LECTURAS DOMINICALES

Comiendo con el enemigo

Hay gente que reniega de los restaurantes populares  debido a la composición de la clase social que los frecuenta y la clientela del mismo.
Adrian Tropical, por ejemplo,  es la  cadena de restaurantes más exitosa y popular del país, no hay duda, donde se junta gente de todo tipo.
Pero hay quienes le huyen como el diablo a la cruz a los establecimientos donde pueden ir los pobres, lo cual para nadie no es un secreto, forma parte de la segregación que se da en ciertos estamentos sociales.

No en vano, Luis Marino López, el propietario de Adrian, construyó otros dos establecimientos orientados a una clase social más elevada, como son El Arrozsal y El Higuero, en las instalaciones donde antes operaba el restaurante El Lago, en el Parque Mirador Sur.

Otro gran negocio es el restaurant Vizcaya de la San Martín,, famoso por sus platos criollos desde hace más de 60 años, que al mediodía está siempre lleno.
Pero hay gente chic, que no va, porque se trata de un establecimiento popular, por demás en la parte alta de la ciudad. 
Prefieren perderse de un menú exquisito en comida criolla.

Se van a otros restaurantes mas "chic", pero a veces sucede que "salen de Guatemala, para meterse en guatepeor", como reza una expresión de la sabiduría popular.
Desechan Adrian y el  Vizcaya, y se van a "buscar oxígeno" en otros establecimientos, como algunos que se han puesto de moda en Piantini y El Naco,  pero terminan asfixiados por una atmósfera contaminada.

Huyendo de los pobres, se encuentran con el sector social más  repelente y despreciable, como es el de los "nuevos ricos" y el de los "plebes con cuartos".

Lo integran gente que se caracterizan por hablar fuerte, que se escuchan y molestan en todas las demás mesas.
Que hablan en tono exacerbado cuando tocan temas de la política criolla, y a los cuales no se les puede llamar la atención porque alegan que están "pagando sus cuartos".

No se puede disfrutar en pareja, con amigos o con la familia, sin que se moleste el ambiente.

Siempre hay un patán haciéndole señas a tu mujer desde otra mesa o picándole el ojo a tu hija, sin importar que esté acompañada del novio.
Lo más que puede suceder es que te encuentres en un problema, pues no todo el mundo está preparado para soportar las indelicadezas, provocaciones  de ciertos clientes mal educados que son habitué de algunos sitios.

No faltan los  "viejos verdes" con cuartos, que ya en la postrimería de su existencia quieren navegar "a toda vela", sin motor de arranque,  y disparar sus últimos cartuchazos, cuando ya no les queda pólvora.

¡Necios que son, queriendo cazar "pajuilita" con los bolsillos llenos de Viagra!.

¡Hay que contenerse para no poner rojo a un viejo verde de una tabaná, bien dá!, pues corres el riesgo de que te acusen de abusar de personas mayores...

Encontrar un buen restaurante alejado de la bullanguería de gente mal educada a veces no es una tarea fácil...

Hay que hacer un viacrucis, una procesión, una hora santa para encontrar  una "santa cena".

¡Sin olvidar que hasta en ella, se apareció el traidor de Judas Iscariote a dañarle la celebración a Jesucristo!.

El ballet del valet parking

La gente llega muy oronda a los restaurantes de la capital , y se desmonta en el frente, utilizando el servicio de los valet parking.

Tengan o no parqueo, lo comodo, que da estatus, es no tener que dar ni 50 pasos para entrar al restaurant, con el "pechito parado" y aire de perdonavida, sobre todo  los nuevos ricos y funcionarios del gobierno que antes andaban en chancletas...
Pero si supieran a lo que se exponen con esos valet parking improvisados.
Gente que no sabe ni un carajo de lo que le han puesto en sus manos, bregando con la tecnología  de un carro de  última generación con valor de 5 millones de pesos, que desconocen los alertas de las cámaras de parqueo, ni tampoco los mandos de un sofisticado tablero, para lo cual hasta los dueños han tenido que recibir adiestramiento.

¡Y si vieran donde van a parquearle el carro! En plena calle, en espacios a veces reducidos, de difícil tránsito, expuesto a que lo rayen, como también  a los desmanes de los que roban espejos retrovisores y tapabocinas, aunque los carros caros ya no usan eso.

Además, cuando se le cede el vehículo a un valet parking usted no sabe las andanzas que pueden estar haciendo con su adorado y costoso vehículo.

En días pasados un valet parking llegó al colmado cercano al restaurante donde trabaja, en un Mercedes Benz 500 del año, a comprar una Malta Morena y unas galleticas Guarina, echándo vaina con carro ajeno a todos los que estaban en el lugar, entre ellas algunas domésticas que buscaban un paquetico de café Santo Domingo y una botellita de Mistolín.
Ellas sabían que el carro no era suyo, pero se veía chulísimo el "hijoeputa" en ese maquinón viviendo su sueño.

Tú pagas por el servico de valet parking, das propina, pero si te fijas en el ticket que te dan esos farsantes, verás que dice: "No somos responsables de daños ocurridos en su vehículo ni de la pérdida de objetos pesonales dejados en el mismo".
No más palabras, magistrado...