jueves, 21 de noviembre de 2024


Embotellar el agua puede parecer cosa de hace cuatro días, pero viene de lejos. Frascos y botellas llevan existiendo desde hace siglos, y si bien no había costumbre de almacenar el agua tal y como lo hacemos hoy, en un momento de la historia a alguien se le ocurrió embotellar y vender aguas especiales.

Si bien no fue hasta el papa León IV (847–855 dC) cuando la antigua costumbre griega y judía de bendecir el agua se insertó como rito dominical cristiano, desde antes se comercializaba el agua sagrada para atajar cualquier mal. Primero fueron los monjes, que empezaron a vender agua bendita antes de que se codificara el pecado de simonía, que prohíbe la venta de objetos con valor espiritual.


Más adelante, se instauró por toda Europa la tradición de recurrir a los manantiales en búsqueda de aguas con las propiedades necesarias para curar enfermedades de todo tipo, desde tópicas como digestivas, tanto para bañarse en los balnearios como para beberla por doquier. El turismo de aguas triunfó entre muchas capas de la sociedad: las clases humildes iban a pasar el día y “tomar las aguas” en verano y las clases pudientes viajaban en los balnearios que ofrecían alojamiento y otras actividades de ocio, como Mondariz o Cabreiroá. Aquella promesa de salud transparente y envasada fue el origen de la industria del agua embotellada bajo la tutela de un director médico, figura obligada en cualquier balneario desde 1816.


La primera botella de agua envasada en España fue La Favorita, de Agua de Carabaña (Madrid), que empezó a comercializarse en 1864 por Ruperto Jacinto Chávarri, seguida de Lanjarón (1873, Granada), Solares (1886, Cantabria), Solán de Cabras (1886, Cuenca), Vichy Catalán (1890, Gerona), Fuente Agria (1894, Córdoba), Mondariz (1896, Pontevedra) y Cabreiroá (1909, Ourense).


“La mayor parte de las aguas susceptibles de envasado se embotellaban directamente en la surgencia en botellas de cristal o tarros de cerámica/cristal, luego eran sellados, por lo general con corcho o cera, y embalados en cajas de madera forradas de paja para evitar roturas. El agua apenas recibía tratamiento alguno en este proceso. (...) se embalaban y distribuían directamente por el balneario o bien por sus agentes en farmacias y en pequeños establecimientos comerciales, reconociendo de esta forma su carácter terapéutico y contribuyendo a la extensión de su fama y empleo más allá de los círculos locales”, explican Margarita Vilar Rodríguez y Elvira Lindoso Tato en La explotación empresarial de las aguas mineromedicinales: la industria del agua embotellada en España 1875-2013, (Agua y territorio, 6).


Este proceso artesanal no es nada desdeñable: llevó a La Favorita a producir más de tres millones de botellas nacionales, para consumo interior y exterior (muchos propietarios eran indianos con negocios en Latinoamérica, como Casimiro Gómez y su balneario de Lérez, por el que fundó sucursal en Buenos Aires), y a Aguas de Firgas, en Gran Canaria, que hacia 1930 poseía una planta embotelladora de más de 12.000 metros cuadrados. Para entonces, las aguas españolas habían recorrido muchas exposiciones internacionales, logrando distinciones notables que las convertían en objeto de deseo dentro y fuera del país.

No obstante, en este momento el agua embotellada seguía asociándose a un consumo medicinal. Si había una botella de agua en la mesa era porque alguien estaba tomando un vaso para paliar algún achaque, y no simplemente porque tuviera sed. Así, el agua embotellada solamente se vendía en farmacias y droguerías hasta que el Real decreto del 12 de febrero de 1925 permitió su libre distribución.


Desde entonces, el consumo de agua embotellada no ha parado de crecer. En España se consumieron casi 3.000 millones de agua envasada en 2022, según el Informe de Consumo Alimentario, lo que situó a nuestro país entre los diez primeros de toda Europa. Sin embargo, el consumo sigue muy por detrás del de los Estados Unidos. “Cada segundo, todos los días, mil estadounidenses compran y abren una botella de agua de plástico y cada segundo, todos los días, esas botellas se tiran: son 85 millones de botellas al día, 30 billones al año, que cuestan 10 billones de dólares a los consumidores. Por cada botella consumida en Estados Unidos, otras cuatro se consumen alrededor del mundo”, explica Peter H. Gleick, en Bottled and Sold. The Story Behind Our Obsession With Bottled Water (Island Press, 2010).


Ismael Lotu, sumiller experto en aguas, considera que el agua embotellada sigue siendo una forma segura de acceso al agua, “especialmente donde la calidad de esta no está garantizada”. En cuanto al exceso de residuos que generan, razona que “corresponde a las embotelladoras la búsqueda de soluciones sostenibles, en relación a los envases, pero también en cuestión de suministro o filtrado”.


 

 




Cher tiene tanta vida por contar que no le cabía en un solo libro. De ahí que la cantante californiana, de 78 años, haya tenido que dividir sus memorias en dos partes. Este martes, 19 de noviembre, ha lanzado en Estados Unidos precisamente el primer volumen de su autobiografía, Cher: The Memoir, Part One, donde repasa sus primeros años, la complicada crianza por parte de sus padres (especialmente de su madre), sus primeros pasos en la música y su tortuosa relación con su primer marido a la par que mentor, Sonny Bono, padre del primero de sus dos hijos. El segundo libro no se sabe cuándo se publicará, han reconocido tanto ella como la editorial. La artista quería dejar negro sobre blanco sus vivencias y, aunque no lo ha hecho ella misma, lo ha logrado. El lunes, un día antes de salir a la venta, ya se colocaban en el top cinco de ventas de Amazon en EE UU.

Según ha contado el diario The New York Times en un adelanto del libro acompañado de una larga entrevista con la artista, ha encargado que su historia la cuenten varios biógrafos fantasmas. Arrancó uno, pero el primer borrador no la convenció, y entonces decidió ampliar no solo páginas, sino también manos: durante cuatro meses, otros dos escritores se unieron al primero, así como un editor que acudía a visitarla a su casa una vez por semana. En la charla asegura que el libro la ha dejado “exhausta”, pese a que no ha leído su versión final. De ahí que la historia de estas primeras 432 páginas (en su edición en tapa dura en inglés, publicadas por Dey Street Books) arranquen en el año 1946, con su nacimiento, y lleguen hasta primeros de los ochenta, cuando una charla con el director Francis Ford Coppola le abrió los ojos para entrar en el mundo de la actuación. Para entonces, además de videoclips, ya había hecho alguna incursión en el cine y la televisión, pero fue ahí cuando dio el gran salto. En 1984 fue nominada al Oscar por Silkwood, y en 1987 protagonizó Las brujas de Eastwick y sobre todo Hechizo de luna, que le dio la célebre estatuilla. Pero el camino hasta entonces no había sido nada fácil.


Cheryl Sarkisian no tuvo una infancia sencilla. Sus padres, Georgia y Johnnie, no vivían exactamente en el típico hogar feliz estadounidense de los años cincuenta. Su madre, eterna aspirante a actriz que llegó a hacer alguna aparición en la célebre serie I Love Lucy, se casó seis veces, según la hermana de Cher; ocho, según la cantante: todo depende de si se cuentan los maridos con los que se casó en dos ocasiones. Johnnie fue el primero y uno de los que repitió: se casó con Georgia, de 18, cuando él tenía 20. Consumidor habitual de heroína y delincuente común, según cuenta Cher, su padre nunca estuvo muy presente en su vida. Pero ella a punto estuvo de no estar presente en la suya. Cuando, tres meses después de la boda, la madre de Georgia se enteró de que esta estaba embarazada, la arrastró hasta una clínica para que abortara. Ella no quiso: “Era su cuerpo, su vida y su elección”, se lee en las memorias de la cantante ahora, casi 80 años después. “Gracias a Dios que se levantó de esa camilla, si no, no estaría escribiendo estas páginas”.

ero sacar adelante ese bebé no fue fácil, tanto que Georgia tuvo que dejarla en un orfanato católico en Pensilvania durante una larga temporada. Cuando volvió a por ella, la niña ya caminaba. Mientras, ella trabajaba como camarera en el turno de noche, ganando apenas 20 dólares a la semana, para ahorrar y sacarla adelante. La visitaba semana tras semana hasta que pudo recuperarla y se mudó a Nevada para divorciarse. Allí, la cuidaban entre los vecinos. La niña apenas era consciente de eso, y no se enteró hasta ya adulta, cuando su abuela fue a verla a un espectáculo en Las Vegas y le presentó a uno de esos vecinos que se encargaban de ella. “Pensaba que eran muy cuidadores. No tenía ni idea de que vivía con ellos”, rememora.

Después de Nevada, Georgia (que falleció hace dos años) trató de perseguir su meta de ser actriz y se trasladaron a Los Ángeles, su tierra soñada. Allí, Cher recuerda mezclarse con hijos de famosos como Liza Minnelli y tener un breve romance de juventud con Warren Beatty, pero en realidad era una niña pobre con zapatos con suelas de cartón y atados con gomas. Reconoce que su vida era complicada: “Fui testigo de demasiado caos, demasiada ira, demasiado miedo... demasiado”. Hasta que a principios de los sesenta conoció a Sonny Bono en una cafetería cuando ella tenía 16 —le mintió sobre su edad— y él 27. La amistad les hizo irse a vivir juntos: él le dio cobijo a cambio de que ella limpiara y cocinara; además, él se lo dejó claro: “No te preocupes, tengo dos camas. Además, no te encuentro particularmente atractiva”. La boda llegó dos años después (primero en una falsa ceremonia en su baño; la oficial fue en 1969).


Cher no tuvo, tampoco, un matrimonio muy feliz. Juntos tuvieron a su primer hijo (segundo para él), Chaz Bono, de hoy 55 años. Al nacer, Chaz era una niña llamada Chastity. Cher explica en el libro que, en este primer volumen, se referirá a su hijo como Chas tras recibir su consentimiento. En el segundo, donde ya entrará su transición, le llamará Chaz.

Aunque Bono abogó por la carrera musical de su esposa, grabando juntos en un principio (se hacían llamar Caesar y Cleo) con increíble éxito, también la llevó a la ruina, literal y figuradamente: “Se llevó todo mi dinero”, reconoce ahora ella. “Yo pensaba que éramos marido y mujer, la mitad es suyo, la mitad es mío. No se me ocurrió que habría otra manera”. Afirma que, a día de hoy, no entiende cómo pudo pasar, y cómo él pudo hacerle eso. Según la versión de la cantante, él trató de ir más allá de su fama como cantante y convertirse en empresario, además de controlar su carrera. No la dejaba tomar sus propias decisiones, hacer amistad con los miembros de la banda —ni siquiera con sus esposas— o acudir a cenas, y fue reduciendo cada vez más el oxígeno que ella respiraba hasta terminar por ahogarla. Empezó a ser infiel, además de a pensar que ella le engañaba. Hacían un programa juntos, The Sonny and Cher Comedy Hour, cantaban juntos, iban de gira juntos, pero su proyecto familiar era imposible. “Me sentía mareada por la soledad”, escribe la cantante sobre una noche de 1972 en la que consideró saltar desde el balcón de un hotel: “Vi lo fácil que sería dar un paso al vacío y simplemente desaparecer”.

Ya no eran un verdadero matrimonio, pero aguantaron dos temporadas más. Todo fuera por el espectáculo. Como recoge la cadena CBS, salió durante un tiempo con el empresario musical David Geffen, que un día decidió revisar su contrato: “Sonny tenía el 95% de nuestra empresa y su abogado el 5%. Se llamaba Cher Enterprises, ¡pero yo no tenía nada! Habíamos trabajado juntos casi 12 años”. La artista se plantó frente a su esposo, y él solo argumentó que sabía que ella acabaría dejándolo. Tras diferencias imposibles, se separaron al acabar 1974 y se divorciaron el año siguiente. Ella volvió a empezar de cero, con total protagonismo en su figura, lejos de la sombra que la eclipsaba y en ese “cementerio de elefantes”, como lo llama, que es Las Vegas, con dos actuaciones cada noche durante meses; después, su carrera fue al alza, en el cine y en la música. De hecho, sigue cantando —acaba de hacerlo en el desfile de Victoria’s Secret— e incluso sigue formándose con una coach vocal; asegura que se pondrá “muy triste” cuando no pueda cantar más. En cambio, la carrera de Bono fue cada vez a menos. Decidió mudarse a Palm Springs, un lujoso pueblo en el desierto de California, y meterse en política: fue su alcalde entre 1988 y 1992. Después, se convirtió en diputado republicano (algo que le enfrentó en numerosas ocasiones con Chaz) y se volvió a casar, con Mary Whitaker, con quien tuvo otros dos hijos. Falleció en un accidente de esquí en enero de 1998.

Cher también se volvió a casar, ese mismo 1975, con Gregg Allman, teclista y cantante. Se divorciaron a los nueve días de la boda, pero se reconciliaron y pasaron años de idas y venidas, hasta 1979. Juntos tuvieron otro hijo, Elijah, en 1976, que ha sufrido problemas de adicciones y de salud mental; de hecho, hace un año Cher llegó a solicitar su tutela legal porque él era “sustancialmente incapaz de administrar sus recursos financieros ―los 120.000 dólares anuales que recibe de un fondo fiduciario establecido por su padre, el fallecido rockero Gregg Allman― por sí mismo”, aunque finalmente ambos llegaron a un acuerdo en mayo gracias a una mediación privada. De hecho, ni en el libro ni tampoco en la entrevista con el diario neoyorquino la cantante habla apenas de ellos dos. Quizá lo haga en el segundo libro. Habrá que esperar alrededor de un año para saberlo.


Y AQUI LOS HAITIANITOS TIENEN PREFERENCIA EN LAS ESCUELAS....

 







miércoles, 20 de noviembre de 2024


(Santiago Matos)
 

 


El emblemático metro de Nueva York, uno de los más cinematográficos del mundo, acaba de cumplir 120 años atesorando historias de todo tipo junto a crónicos problemas de financiación y la presencia casi obligatoria del roedor más abundante en la ciudad, la rata.


Con casi 500 estaciones y casi 1000 kilómetros de vías, transporta a 3.6 millones de pasajeros al día, lo que lo convierte en uno de los más grandes del mundo.

Se inauguró en 1904 y, en los años siguientes, llegó a contar con hasta tres compañías diferentes, dos privadas y una municipal, que finalmente se unificaron en 1940 ya que por separado se enfrentaban a problemas financieros.


Según el Museo del Tránsito de Nueva York, su construcción fue obra de inmigrantes irlandeses e italianos, que pusieron en marcha un sistema híbrido que consistía en "cortar y tapar, y explotar sólo cuando sea necesario" debido a que las características de Manhattan como isla impedían excavar profundamente.


Su precio fue de cinco centavos durante 44 años hasta que pasó a ser de diez centavos en 1948 por su inviabilidad económica, lo que despertó las quejas de los usuarios al ver que el coste del transporte incrementaba en un 100 %.


"Los neoyorquinos pensaban que era su derecho de nacimiento pagar cinco centavos", asegura la directora del Museo del tránsito del Nueva York, Concetta Bencivenga.


A modo de billete, se utilizaban los "tokens", unas monedas metálicas que permitían el acceso al metro, pero que a principios de los 2000 fueron sustituidos por las tarjetas "metrocard" y, en la actualidad, han dado paso a tarjetas 'contactless' o al pago con el teléfono móvil.


El precio (2.90 dólares por trayecto) es estándar independientemente de lo lejos que uno vaya y el tiempo que permanezca en los vagones, a diferencia de otros sistemas de transporte de otras ciudades, porque de lo contrario sería castigar doblemente a las zonas con menos recursos que se encuentran a las afueras de la ciudad.

El 'subway', un modo de vida

Bencivenga cree que el 'subway' es algo más que un transporte, es casi un modo de vida: "Vives en Nueva York de la manera en que lo haces gracias al transporte público, sólo que no lo sabes".


El metro no solo conecta lugares clave, sino que también afecta al urbanismo y al desarrollo de esta gran ciudad, como por ejemplo en el caso de Queens, que se erige en torno a la línea siete.


"El transporte público actúa como un imán que atrae a la ciudad hacia arriba, fuera y a los lados en lugares como Queens y el Bronx. Esos lugares existen de la manera en que lo hacen debido al metro", añade Bencivenga, que considera a este medio de transporte como "mágico" ya que es capaz de conectarculturas diferentes.


"Somos la ciudad que nunca duerme y eso en parte es porque el metro nunca cierra".


Todo lo que el metro de Nueva York tiene de glamuroso gracias a películas como Fiebre del sábado noche (1977), The Warriors (1979)o Cazafantasmas 2 (1989), entre los cientos que lo han mostrado en sus escenas, lo tiene de decadente con la presencia constante de 'sintecho' y de desequilibrados, tanto en los vagones como en las propias estaciones que dejan recuerdos imborrables en los usuarios de los trenes.


Mucho más seguro que otros lugares del país

Aunque los tiempos han cambiado, se mantienen los mismos debates sobre el metro de Nueva York, generalmente centrados en dos temas: la congestión y la eficiencia energética.


 La falta de financiación es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la Autoridad Metropolitana del Transporte (MTA), que espera obtener 16.5 mil millones de los nuevos peajes impuestos para la entrada a Manhattan mediante vehículos de motor a partir de enero, una medida que ha sido muy impopular entre el poderoso lobby del automóvil.


De esa medida dependen las mejoras destinadas a la expansión, sostenibilidad y accesibilidad del metro, gracias a la instalación de ascensores, solicitada repetidamente por asociaciones de personas discapacitadas en las reuniones de la junta directiva.


De cara a la seguridad, el consejero delegado (CEO) de la MTA, Janno Lieber, en la última reunión de la junta rogó que se escuche a los que describen el metro de Nueva York es un "paisaje infernal distópico", asegurando que es "mucho más seguro que otros lugares de Estados Unidos".


"Aunque (a algunos) les encanta acusar a la MTA de despilfarro, la MTA se ha convertido en una increíble historia de eficiencia del sector público después de la crisis", añade Lieber haciendo referencia al bajo presupuesto con el que cuentan.


El futuro de la MTA y su financiación determinará los cambios en este sistema de transporte centenario que permite el desplazamiento de millones de personas de forma diaria y que el ritmo frenético de la ciudad mantenga su curso.

 





 

 


 




 



 



 



 

 




¿Y QUIENES A QUE HAITI SALGA DE ESA CRISIS? DOS MALDITAS DICTADURAS...

 


Las pandillas que dominan la mayor parte de la capital haitiana de Puerto Príncipe recibieron un duro golpe ayer, cuando al menos 28 presuntos miembros de grupos armados fueron abatidos por miembros de la Policía Nacional, así como por civiles, que quemaron los cadáveres de más de una veintena de ellos y los esparcieron por la ciudad, que está prácticamente paralizada, mientras siguen los enfrentamientos.


Algunos de ellos fueron abatidos por policías en el interior de las casas en las que se refugiaban y, posteriormente, localizados por los civiles que terminaron quemando los cadáveres.

Otros fueron quemados mientras aún estaban con vida.


Los muertos, según las informaciones, forman parte de bandas armadas que empezaron a desplegarse en diversos puntos de la capital entre la noche del lunes y la mañana de este martes con el objetivo de establecer nuevas bases en zonas que aún no están bajo su control directo.Es probable que este balance vuelva a aumentar en las próximas horas debido a los registros que están llevando a cabo los ciudadanos en las zonas donde se cree que se han refugiado los pandilleros.


Los habitantes de las zonas de NazonLalue, Christ Roi y Bois-Verna vivieron una noche de terror, con intensos disparos de armas automáticas que obligaron a cientos de personas a pasar la noche en vela.

Toda la situación obligó a la paralización de las actividades comerciales y la docencia en la zona metropolitana de Puerto Príncipe, donde también hay áreas bloqueadas y se han montado brigadas de vigilancia en busca de más pandilleros.


En varios puntos de la capital se están produciendo enfrentamientos entre agentes y las bandas armadas, creando una situación de pánico en la capital.

Las calles principales están vacías, dando la impresión de que la capital está en huelga.


Los operativos de la Policía se producen una semana después de que bandas armadas de la coalición Vivre Ensemble (Vivir Juntos), liderada por el expolicía Jimmy Cherizier, alias ´Barbecue´, anunciaran días de terror en el área metropolitana de Puerto Príncipe.


A inicios de la semana pasada dos aviones comerciales estadounidenses fueron tiroteados, lo que llevó al cierre del aeropuerto internacional Toussaint Louverture, el principal del país, y a la suspensión de vuelos por parte de varias compañías.


La ONU también suspendió temporalmente la entrega de ayuda humanitaria por la imposibilidad de acceso al puerto y al aeropuerto en la capital, debido al grave deterioro de la seguridad.


Solo entre julio y septiembre pasado al menos 1.223 personas murieron y 522 resultaron heridas en Haití como consecuencia de la violencia y la lucha contra las bandas, según la Oficina Integrada de las Naciones Unidas.


Cascos azules de nuevo


El Consejo de Seguridad de la ONU debate este miércoles la petición del Gobierno de Haití de transformar la Misión Multinacional de Seguridad (MMS) presente en el país en una fuerza de paz clásica de ´cascos azules´, aunque con pocos visos de prosperar por la oposición de Rusia y China. El pasado 21 de octubre, el Gobierno de transición haitiano envió una carta en la que formalmente pedía al Consejo el envío de esa misión de paz "lo antes posible", dadas las limitaciones de personal y de presupuesto que lastran la actual misión policial, y que han condicionado su escasa efectividad para garantizar un mínimo de seguridad en la nación caribeña que está