viernes, 6 de junio de 2014

RECORDANDO ANECDOTAS QUE YA CONTAMOS

Relajando con los muertos

Hemos hablado de todo tipo de anécdotas y dentro de ese capítulo creo que no pueden faltar las macabras.
El trombonista Marcos Valoy, hermano de Ramón Orlando, hijo de Cuco Valoy, residía en los años ochenta en Ciudad Nueva, en una calle adyacente al cementerio de la Avenida Independencia.
Todas las noches cuando terminaba de trabajar se iba en un carro público del concho en la ruta de la Independencia y cuando casi llegaba al parque le pedía al chofer que lo dejara precisamente frente al cementerio.
-Llegué a mi casa- decía para que lo oyeran y de inmediato saltaba la pared del cementerio y se internaba en el mismo.
Cuando los choferes que le llevaban veían eso, salían disparados del lugar, creyendo que habían transportado a un muerto.

Valoy
En realidad era una broma del músico, pues como su casa quedaba justamente al otro lado del cementerio, en vez de bordearlo prefiría brincar la cerca para llegar más rápido.
Pero los choferes ni los pasajeros sabían eso y fueron muchos los que casi se murieron del susto.
La broma tenía sus inconvenientes porque en una ocasión un chofer que se detuvo a recogerlo en la Feria, lo reconoció y le dio un acelerón al carro para "no montar a ese muerto".
Al poco tiempo surgió una leyenda entre los choferes de la ruta.
Se hablaba del alma en pena de un difunto enterrado en el cementerio de la Independencia.
Otro muerto
Eugenio
El caso es que al conocido músico y arreglista Eugenio Vander horst al enterarse de la ingeniosa macabra broma de Marcos, se decidió una noche a darle un susto a una muchacha con la que andaba en su carro.
Tomó la ruta del parque hacia el camposanto.
Cuando llegó a la puerta del cementerio, dio un viraje hacia la entrada y se detuvo de repente frente al portón que estaba cerrado.
-Aqui es que yo vivo- dijo con voz de ultratumba.
Cuando la muchacha escuchó eso entró en pánico, comenzó a gritar haciendo gran alboroto y sufriendo una crisis de nervios en medio de la cual le arañó toda la cara a Eugenio, que no esperaba una reacción de esa naturaleza.
La muchacha salió disparada del carro, despavorida y gritando. Y mientras Eugenio la perseguía para explicarle que se trataba de una broma, más corría y gritaba la muchacha creyendo en verdad que era un difunto.
Al otro día no sabía como explicar los arañazos que tenía en la cara..dizque fue "una gata parida".

2 comentarios:

  1. Jajajajaja que cura.eso me acuerda cuando yo jodia en la calle por el cementerio de cristo rey yo tenia un corito y nos metiamos paya de noche a fuma diablito.

    Dios mío gracias por aser de mi un hombre diferente y cambiado sobre todo por dejar la maldita droga

    Señores ese vicio es malo cuando yo Asia eso para yo sentir que estaba bien tenia que tener de 5 gramo parriba en mi bolsillo para mi uso en un día.

    Pero hoy en día el k me ofrece esa basura soy capaz de partile su cabeza. Palabra de hombre.

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  2. Yo hacia muchas bromas como esas cuando yo estaba vivo.

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NIURKA BAEZ,
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