miércoles, 28 de mayo de 2008

INTIMIDADES DE LOS FAMOSOS

La quisquillosa Madonna

La información servida ayer por una agencia de prensa de que la cantante Madonna no quiso pagar la habitación del hotel donde se alojó en Cannes, debido a que antes de que ella la ocupara le permitieron a un canal de televisión grabar en el interior de sus instalaciones, pone de relieve hasta donde la artista quiere preservar su “intimidad”.
La Madonna que escandaliza en sus “shows” besándose en el escenario con mujeres, no quiere que la gente vea donde duerme, no quiere que sepan si en su habitación hay neverita, si hay flores o como es el baño y el closet.
Es una “ofensa” para ella que el hotel permitiera eso....no así el identificar publicamente sus preferencias lésbicas.
Vaya usted a ver...

Dónde está mi inodoro?

Ya les había contado lo quisquillosa que es la “chica material”, que entre sus exigencias obliga a quienes le contratan a instalarle en los lugares donde se presenta su propio inodoro.
Es una mujer que se cuida, que no anda poniendo el trasero en cualquier letrina, lo cual talvez se justificaría en Arabia, donde todo el que ha ido si no aclara bien las cosas en los hoteles se encuentra en dificultades.
Allí se usa el famoso “hoyito” en el piso, lo cual forma parte de su cultura y sus costumbres.
Así que cuando usted se registre en un hotel en Arabia, lo primero que debe pedir es que la habitación tenga inodoro, para que no se fastidie con el hoyito "tomando puntería" en el piso.

La fina Jacqueline Onassis

Y hablando de gente que se cuida en extremo en su intimidad, les reitero el caso de la fenecida Jacqueline Onassis, quien fuera la esposa del presidente John F. Kenneddy.
Cuentan en su biografía que Jacqueline era una mujer tan detallistas, que ni siquiera permitía que se escucharan los ruidos indiscretos cuando ella estaba en el baño.
Para evitarlos, cuando ella estaba sentada en el inodoro de su habitación, abría la llave del lavamanos o de la ducha, para que el ruido del agua de la llave lanzando el agua a presión no dejara escuchar las flatulencias y a veces “explosiones” características de cuando se está en esas “funciones”.
!Qué mujer más discreta! No permitía que ni siquiera la imaginaran en sus necesidades primarias.
El proceder de esa fina dama pudiera parecer exagerado, pero después de todo es preferible al de ciertas bellezas, muy adorables y bonitas, pero que desencantan a cualquiera cuando compartiendo con ellas en una habitación, dan riendas sueltas a la necesidad de cumplir con el obligatorio”cambio de bujías”.
Ummmm, qué olorcito...

Pero todo es resultado de los patrones culturales que se imponen en cada sociedad.
Así como un eructo es apreciado en oriente después de una comida como signo de aprobación de la misma, en otras culturas se llega a otros extremos en el afan de eliminar las fétidas emanaciones.
Es lo que llevaba a los franceses de cierta época a comer una clase de trufas que le permitían hacer sus deposiciones olorosas.
Cuando iban al baño, en vez de un hedor, dejaban el ambiente oloroso a fruta.
Vaya usted a ver que vaina!
Cuando usted entraba al baño, en vez de decir “Fó!" tener que decir “Ummm, qué olorcito...”

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NIURKA BAEZ,
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