MEMORIAS DE UN ARTE EN EXTINCION

Una de las grandes atracciones que también tuvieron los setenta y ochenta fue el apogeo de las vedettes y bailarinas que hicieron fama en esos años.
Despampanantes mujeres que con sus cuerpazos y movimientos dejaban a cualquier mortal ''babeando'' con la boca abierta.
El vedettismo se convirtió en un arte en extinción igual a como aconteció con el de los declamadores.
Solo quedan los recuerdos y la nostalgia de aquellos tiempos en que muchos las disfrutaban viéndolas en el escenario, mientras algunos dichosos y afortunados gozaban el deleite de tenerlas más de cerca.
Mayra El Ciclón del Caribe, Facelys Domínguez, Alexandra Johnson, Wanda y Alicia, María Antonieta Ronzino, Francis Santini, Arelis Aquino, Altagracia, Los Bombones de Gladys Martínez, Las Panteras de Manuel Logroño, La Tromba del Caribe, que después se convirtió en Tiara Tai, las bailarinas de El Avión, La Mulatona, Magie Molineaux
las chicas del José Night Club, del Sexto Sentido.
El escenario de El Maunaloa, la Boite El Conquistador, La Cumbre y Lafuente Night Club presentaban como grandes atracciones a Iris chacón, La Venus del Violín, a la legendaria Tongolele, Gloria Normanda y toda una pléyade de exhuberantes mujeres que alimentaban la fantasía de los hombres de la época.
Muchas fueron las fortunas que se derrocharon para halagar y tratar de conquistar a las grandes divas del baile y el vedettismo.
Banqueros, hoteleros, dueños de casinos de juego, empresarios, senadores, generales, políticos, funcionarios del gobierno, periodistas, locutores, productores de programas, nadie podía sustraerse al encanto de esas mujeres y todos llenaban los clubes donde presentaban sus shows para ponerse "donde el capitán los viera".
Claro, lo primero era estar frío con sus representantes o manejadores, como José Lacay, Manuel Logroño, Cambumbo, Kali karlo, Héctor de San Juan.
Esos señores eran los que tenían la llave de esos cofres, y cuando decían "no", nada se podía hacer....
Sobre el tema de las vedettes y bailarinas hay mucho que contar.


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Olga Breeskin