Cumplen 50 Años
Cuando los dinosaurios compartían espacio con los urbanizados cavernícolas, una familia reinaba: Los Picapiedra. La cuaternaria estirpe creada por William Hanna y Joseph Barbera, cuyas aventuras en la ciudad de Piedradura (Bedrock en el original en inglés) cautivaron la imaginación del público estadounidense desde el 30 de setiembre de 1960, día en que la señal de ABC propaló su primer capítulo.
Nació como una comedia de situaciones basada en los contrastes: Pedro (Fred Flintstone) lleva la iniciativa mientras su vecino Pablo (Barney Rubble) será el obligado cómplice. En la versión castellana llevan nombres de apóstoles, pero se comportan más como una pareja cervantina: un gordo Quijote teje febriles planes mientras un pequeño Sancho intenta hacerle entrar en razón. Serán sus sufridas esposas, Vilma y Betty, quienes terminen rescatándolos de sus fracasados intentos.
Los días de Pedro Picapiedra no diferían mucho de los de cualquier trabajador estadounidense de mediados de siglo XX: ocho horas diarias de trabajo en la cantera, póker los martes con los vecinos, viernes de boliche o con la hermandad de los Búfalos Mojados. Barbacoas de brontosaurio en el jardín los sábados y, los domingos, paseos familiares en el troncomóvil. Una transcripción que intentaba ser exacta, pero en cuyas sutiles diferencias se basaba el humor característico de la serie: electrodomésticos reemplazados por animales, pájaros en cámaras fotográficas, ruedas de piedra y baile de puntillas antes de poner en marcha un troncomóvil. Ejemplos de verdaderos clásicos de la comedia.
Pero no todo era chiste. A 50 años de distancia, no deja de sorprender la temática de aquella primera serie animada de televisión enfocada en el público adulto: En “Los Picapiedra” se abordaron las angustias de la maternidad y los temores paternos, las ríspidas relaciones entre suegros y yernos, la ludopatía de Pedro, el consumismo de Vilma, el sobrepeso y, sorprendentemente, la infertilidad en el caso de los Mármol, padres adoptivos del pequeño Bam-Bam.
Desde su cancelación en 1966, “Los Picapiedra” mantuvo por mucho tiempo su récord como la serie animada más larga, hasta que en 1997 fue derrotada por “Los Simpson”. Para Rocío Silva Santisteban, poeta y estudiosa de la cultura, aquel cambio evidencia cómo la posmodernidad ha incidido en los estereotipos de familia. “Hoy, el páter familias de la serie, el acriollado Pedro, ha dejado de ser visto como un modelo de representación para pasar a otro mucho más prosaico y vulgar, mucho más macho y bruto: Homero Simpson”, explica.
Para la estudiosa, las representaciones femeninas se mantienen parecidas: tanto Vilma como March siguen siendo la “cordura” familiar. “Más bien los hijos adquieren protagonismo y no son solo bebes. Ellos tienen algo que decir”, explica. Canteras que se convierten en plantas de energía nuclear, una racialmente homogénea Piedradura frente al multiculturalismo irónico de Springfield. 50 años son mucho tiempo, y mucho también han cambiado las familias y la forma en que las entendemos. Y la televisión es testigo de eso.
(El Comercio)
(El Comercio)
Lo que realmente sucede es que ambas series son reflejos de lo que es la sociedad en cada momento histórico. En el momento de Los Picapiedras, era una sociedad segregada, con estándares de vida. En cambio, en la actualidad, ese multiculturalismo es la apertura que han tenido esos sectores conservadores en los Estados Unidos.
ResponderEliminarY eso, que no analizaron dos de las series para adultos más críticas: South Park y Family Guy. Estas si que dan para muchos artículos de análisis de la sociedad norteamericana.