Personajes del mundo laboral dominicano

EL CHIVATO

Por Orlando Holguín       

Willam Mark Felt

En español también es delator. Un término menos elegante, es soplón, pero La Real Academia también lo denomina como chivato. Claro, no pueden faltar los términos propios de “nuestro” rico español, como son “calié”, “caimán”, “jablador” o “boca suelta”. Nos referimos a esa persona a la que todo el mundo en la empresa le teme, pues está atento a cualquier cosa que oiga para ir a contársela al jefe.

Estaremos hablando del chivato de la oficina o empresa, pero cabe mencionar  que han existido soplones famosos y quizás algunos hasta le hicieron un bien a la humanidad, como aquel que le dio la información a Bob Woodward sobre el espionaje del Partido Republicano al Partido Demócrata. Luego, Woodward y Carl Bernstein publicaron sus artículos bombas en el Washington Post.

Este informante,  fue etiquetado como Garganta Profunda (en alusión al título de la más famosa película pornográfica de todos los tiempos), y fue quien inicio el destape del caso Watergate, que se llevó por delante al presidente Richard Nixon, bautizado como Dick El Tramposo, el cual tuvo que renunciar a la presidencia, único caso en Estados Unidos. Garganta Profunda murió en el año 2008 y pasaron muchos años para que se supiera que era  William Mark Felt, número 2 del FBI para ese entonces.

JOSE CANCECO

Ni hablar de un soplón que debe ser odiado por muchos: José Canseco, quien destapó el lío de los esteroides en las Grandes Ligas. Y no es para menos, pues todos sabemos del bollo que armó este estrafalario pelotero. El beisbol de Estado Unidos se divide en antes y después de que Canseco delatara lo que se cocinaba por debajo del éxito de muchos jugadores. El senado de los gringos  llamó a algunos jugadores para que declararan bajo juramento, y cuando esto sucede es porque el asunto es feo. De hecho, suponemos que el cubano-americano puede vivir “tranquilo” porque esto ocurrió en Estados Unidos, ya que si pasa en un país de estos tercermundistas, quizás Canseco hubiese tenido que meterse debajo de la tierra.

Pero vengamos al patio y hablemos del soplón dominicano, aquel de  oficina, el chivato, el “jabladorazo” que va y le cuenta todo al jefe. No debemos confundir al chivato con el chismoso, aunque se puede dar una mezcla de ambos. El “jablador” de la oficina es aquel que se gana la confianza del jefe al meterse a su despacho a contarle todo lo que ve y oye y hasta lo que no ve ni oye.

Es una especie de lambón, pero inquisidor, lengua larga, azaroso,  malvado, e hijo de su madre. Hay algunos que, frente a ellos, Tartufo (de Moliere) es un niño de teta. Hemos sabido de casos en que cuando el chivato es cancelado (generalmente todos terminan así), los empleados de la oficina han hecho una fiesta, o se van todos a un colmado a darse un jumo en honor a ese desgraciado que vivía clavándoles el cuchillo por la espalda a todos.

Y donde el asunto es serio es en oficinas de la administración pública, pues en la política hay grandes lambones y delatores. En las oficinas públicas sí es verdad que se vive del chivateo, y es que ahí hay de por medio ascensos, faldas, líos, serruchadera de palo, oportunismo, bajezas, zancadillas, mala fe y todas esas linduras que rodean a la política dominicana y de cualquier parte del mundo, pero que son propias de las bajezas humanas y no sólo del mundillo de la política.

Lo peor ocurre cuando el chivato de la oficina es de la secreta. Nadie sabe quien carajo es que se mete a la oficina del jefe a contar las cosas que hasta les han costado el puesto a algunos empleados. Ahora bien, el jefe promedio  (gerente, administrador, supervisor), si es inteligente, se percata de que si el tipo le clava el cuchillo a sus compañeros, lo mismo haría con él si le llegara la oportunidad,  y una muestra de ellos es que hay chivatos tan hábiles que se convierten en informantes doble: chivatean a los compañeros con el jefe y delatan al jefe con la esposa de éste, de la cual se hacen amiguitos.

 Es oportuno señalar también que hay jefes que les gusta tener un chivato entre los empleados y hasta lo disfrutan. Mientras tanto, nosotros “felicitamos” a los que en una oficina suben de puesto en base al chivateo, a la maldad, en base a “joder” al otro, utilizando bajezas, a veces inventando cosas y alabando al jefe hasta cuando se tira un viento, y en cuyo caso son capaces de decirle: “huuumm, qué perfume que huele”. 

Y lo peor de todo es que en nuestro sistema laboral, donde el ser un vivo está por encima de la capacidad, las oficinas están llenas de estos perversos “compañeros” de trabajo, que no sabemos cómo diablos pueden conciliar el sueño, después de ganar puntos o ascender en base a fuñir a sus compañeros de labores con una de las peores bajezas humanas: la traición.