Comiendo de las manos del enemigo
En Europa, en los Estados Unidos, y en los países donde se respeta y se cuida la salud del ciudadano, los productos alimenticios, aún sean frescos, llegan al consumidor etiquetados de tal manera que se puede determinar con facilidad la procedencia y el origen de los mismos.
La carne, por ejemplo, viene etiquetada con un control de seguridad que no solo indica lo que puede ser su frescura, sino también el lugar de donde procede, así como el día y la hora en que el animal fue procesado.
Si usted se la come y le da un cirimba, facilmente por lo que diga la etiqueta las autoridades pueden investigar sobre el problema, y en todo caso, usted puede hasta demandar a quien le intoxicó, si ese es el caso.
Aquí, aunque debería ser así, ni siquiera podemos soñar con eso, dada la informalidad con que se manejan los productores de consumo masivo.
Imaginense, que a cada momento el desayuno escolar intoxica a centenares de niños y nunca se sabe qué lo produjo, ni de donde viene el fallo....
Todo ello nos lleva a pensar que estamos muy lejos del ideal de Leonel Fernández de convertir nuestra ciudad en un Nueva York chiquito.
De hechos somos chiquitos, pero no un Nueva York.
tambien en la etiqueta dice que parte del animal es
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