Joseph Cáceres

De Plazas, malls y arrancaos

Por Orlando Holguín

Todavía recuerdo la época en que era muy difícil para un pobre pisar el Centro Comercial Naco o a Plaza Naco.

Como sucede con todo en la vida, los principales centros comerciales de los ricos de esa época, Naco y Plaza Naco, fueron superados por otros. Surgieron luego Unicentro Plaza,  y Plaza Central, que parece que ya no van a recuperar su esplendor.

Con la palabra mall  los centros comerciales de la capital dieron un giro trascedental. Joseph habla de un nuevo mall que es el más lujoso y llamativo y  que parece superar en muchas cosas a otros establecimientos, incluyendo a Acropolis, para mí, el más imponente por su tamaño.

Pero luego vendrán otros Malls y plazas que superaran al Blue Mall, al Green Mall, al Red, al Yellow y hasta al Black.

Ahora bien, lo que me anima a escribir, después de lo plasmado por Joseph, no es sobre cuál es mejor o peor centro comercial, sino la cantidad de gente que le gusta trajinar en medio de las plazas y malls (que son la misma vaina, pero tenemos un derriengue por el idioma inglés, que hasta se nos olvida que Francis Drake nos jodió).

 La cuestión simplemente es andar en el medio y darse “vitilla”. Llegar, parquear el carro, subir las escaleras eléctricas y comenzar a dar vueltas dentro del lugar, sin tener un carajo que hacer allí y a veces sin disponer de un céntimo para gastar... bueno quizás algunos chelitos para un helado y un pedazo de pizza.

Pero tenemos que hacerle saber a alguien que ya fuimos al Pink  Mall,  al Brown Mall, o cómo se llame.

He ido a los malls, pero por una necesidad. Difícilmente alguien me vea dando vueltas en unos de esos lugares, dizque por estar a la moda.

Así, ustedes ven algunas plazas llenas de gente desorientada, “arrancá”, dando paseaítos, ya se trate de una varsa de carajitos y carajitas que fueron a ver qué se les pega, o bien sea de una cincuentona mal peinada. Aclaro: todos tienen derecho. Aquí hemos avanzando en cuanto a los centros comerciales, pero los que han ido a Estados Unidos y otros países, saben que los nuestros caben hasta diez veces en lo que se llama un verdadero monstruo comercial, sólo que allí generalmente va el que desea comprar algo para satisfacer una necesidad y tiene la capacidad para hacerlo.

Es decir, es muy difícil que usted se encuentre con un grupo de gente, mucha veces necia y mal educada, como sucede por estos predios, dando tumbos en un centro comercial, a menos que haya atracciones muy particulares, aparte de los locales comerciales, que le atraiga.

Por más fino y elegante que sea el nuevo mall al que Joseph hace referencia, allí se podrían dar cita una varsa de arrancaos que quizás no ganan al mes lo que podrían costar una buena camisa y un pantalón de los que allí venden, más si se trata de marcas muy exclusivas.

Haciendo un paréntesis, hay muchos niños que al pasar por allí deben sentir nostalgia, pues en esos terrenos estaba el último de los parques de diversión de la ciudad: Arcadas. Aun con juegos viejos y desechados, Arcadas entretenía a los pequeños. ¡En paz descanse!

En fin, es bueno que sigan construyendo plazas comerciales o malls, pues eso es crecimiento y sin dudas contribuye a la generación de empleos, pero a mí me luce que muchos de los que van a estos lugares, lo hacen por estar a la moda, por decir que fueron, y díganme ustedes si no es así. (Aclaro, a los bombarderos y cazas de Merengala, que no me refiero a Joseph, pues al pasajero se conoce por su maleta, pero hago la aclaración porque su artículo fue el que inspiró éste).

Esto pasa mucho con el dominicano. Cuando Baninter trajo al difunto Pavarotti, mucha gente que no había pasado de ver un combo o una orquesta merenguera, se dio cita en el Teatro Nacional, sin saber un carajo de lo que el tenor cantaba o hacía.

Algunos, lo único que sabían de ese mundo, es que había una tienda en la calle El Conde que se llamaba la Opera. Esto se da sobre todo en una sociedad saturada de nuevos ricos, entre los que hay políticos y muchos millonarios hechos al vapor, los cuales se pueden dar el lujo de acceder a esos gustos y placeres, aunque sean más brutos que una yuca mocana, y aun de la fritura del barrio hayan dado un salto al sushi japonés hecho aquí.