El guayón de los millonarios en la política

De Ross Perot a Miguel Vargas, de Miguel Vargas a Donald Trump

Por Orlando Holguín

ROSS PEROT

Ross Perot, un millonario tejano, quiso ser presidente de Estados Unidos en 1992 y luego en 1996, quedando muy lejos de alcanzar una cantidad de votos que lo alejara de lo rídiculo por lo menos en una de las dos oportunidades.

En política está escrito, y parecería que cualquier estudiantico de mercadeo de una desconocida universidad se percata de esto, pero algunos políticos no: El dinero por si solo no te permite ser presidente de un país.

Los líderes políticos no nacen, se hacen. En todas las actividades hay líderes naturales, pero en el caso de la política ni siquiera eso garantiza el ascenso al poder. Ejemplo: el doctor José Francisco Peña Gómez (EPD).

Para Nelson Mandela (uno de los hombres más admirados del mundo) llegar a la presidencia de su país, tuvo que “chuparse” 27 años encerrado tras los barrotes, y que conste, no fue el ser víctima de los blancos de su país lo que lo llevó al poder. Mandela era un líder por naturaleza. 

Para llegar ser presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, a nuestro entender el mejor presidente que ha tenido América Latina en las últimas décadas, junto a Lagos y a Bachelet, tuvo que guayarse en  unas cinco oportunidades, lo que demuestra que a cualquiera que se le ocurra ser el primer mandatario de una nación en un período de menos de diez años, podría “guayarse”. Sencillamente, los líderes políticos no surgen de la nada.

DONALD TRUMP

El mercadeo político es una rama muy difícil, pero más difícil es ganarse a la gente de manera natural, sin forzar el mingo, como dicen algunos. A veces vemos cómo algunos candidatos traen a un gurú extranjero experto en marketing político y pregonan que ése fulano fue el que ayudó a mengano a ganar las elecciones en el país de los sutanejos. Al final, el gurú se va con los bolsillos llenos y el candidato tiene que conformarse con que  el experto fue su estretega.

Si por dinero hubiera sido, Perot habría llegado a ser el presidente del Norte y no un casi desconocido abogado y músico del estado de Arkansas, de nombre William Jefferson Clinton, de paso, uno de los mejores presidentes que ha tenido Estados Unidos. El mensaje es claro: El dinero ayuda, pero no te hace presidente. 

Ahora, a quien se le coge con ser presidente de Estados Unidos, es a Donald Trump, un rico empresario con su “historia” demasiado visible, con un divorcio y con altas y bajas en su vida empresarial que lo han llevado hasta a ser showman de la televisión. 

Es bueno destacar que los gringos no se vuelven locos por ir a votar en unas elecciones, pero sí están muy atentos a la calidad de sus candidatos, y una de las cosas que más toman en cuenta es la estabilidad familiar del individuo que pretende hacer del número 1600 de la Avenida Pennsylvania su hogar por cuatro años y quizás por ocho. 

Donald Trump podrá ser exitoso en los negocios, pero a lo lejos se nota que no tiene estirpe de presidente, aunque con Ronald Reagan tenemos un ejemplo palpable de que la vida te da sorpresas.

MIGUEL VARGAS

Si yo hubiese sido Miguel Vargas, me voy más despacio, trabajo más en las bases, hubiese copiado algunas estrategias del difunto Jacinto Peynado, que quizás no fue presidente porque su líder (Balaguer) lo jodió. 

Miguel, con los viejos robles de su partido ya probados, con escasez de liderazgo en su entorno,  tenía todas las posibilidades, pero debió darse cuatro u ocho años más, tomando en consideración su juventud para la actividad. 

En fin, lo que ocurrió con Ross Perot,  lo que ha ocurrido con Miguel Vargas y con otros millonarios que han intentado ascender al poder, el mensaje es claro: La aceptación de la gente no se compra, el liderazgo político no se hereda, ni se trapasa. Aunque en países como el nuestro, lleno de personas que están pensando en una librita de arroz, con una botellita de aceite, dos pica pica, un pollo y un pote de romo, por si acaso el que la recibe se da sus petacazos, todo es posible.