Joseph Cáceres

Las extensiones de pelo, ¿belleza o ridiculez?

Por Orlando Holguín

Ahora que Anabel Alberto ha calentado la pista al referirse a las extensiones de pelo, me permito, sin ser experto en belleza, hablar sobre las mismas.

Cuando todavía eran escasas y la técnica estaba en pañales, tuve la oportunidad de compartir con una dama que tenía una extensión en sus cabellos.

Era la época en que los nudos entre el postizo y el pelo original de la damisela saltaban a la vista. En mi caso particular, desde ese día, le tomé adversión a las extensiones.

Sentí una especie de repulsión al palpar esos nudos, cuando lo que un hombre busca al alcariciar el pelo de una mujer es la suavidad del mismo, aunque ésta se sustente en la tenaza (hoy plancha), el desrizado, el alisado, el chorreado, un vaciado capilar, ampollas, shampoo a base de cartílago de tiburón, ñeca de gallina fósil, aguacate en estado virgen, aloe vera cultivado en las entrañas vírgenes del Amazona por la tribú Yanomani, extracto de almendra de la india, una manita de un Vidal Sasson o de cualquier cosa de las tantas a las que recurren algunas damas para mantener el cabello más o menos en condiciones.

Muchas mujeres (casi todas) cometen un error garrafal: confían más en las opiniones, comentarios, y observaciones que se dan entre ellas mismas, que las que les puede dar un hombre.

Se dice que todo lo que hace, todo lo que luce y se pone una mujer es para echarle una vaina a las otras.  ¿Por qué es un gran error? Porque al fin de cuentas nosotros los hombres no manejamos a la perfección los temas de belleza, como ellas lo hacen, pero nuestra opinión debería valer mucho más, ya que somos el sexo opuesto.

En sentido general, es en el hombre en quien una mujer debería pensar al momento de realizarse cambios, llevarse un tajo de grasa, adquirir prendas, maquillarse, comprar un hermoso vestido, etc.  Tal como lo hacemos nosotros que, hasta para comprar una camisa en una tienda, pensamos en cuál le gustaría más a la chica (aunque sea de 50 años) que en ese momento tenga preponderancia en nuestra vida, y de no existir una, entonces pensamos en aquellas que podamos encontrar en el a veces tormentoso, pero no menos placentero camino que lleva a las relaciones sentimentales.

A mí particularmente no me gustan las extensiones de pelo, pues por más que lo truqueen, nos damos cuenta cuando el paquete es ajeno, y hasta en las grandes artistas, casi universales y de mucha pegada, se nota cuando el cabello es artificial. Claro esta,  hoy día a las chicas poco les importa este asunto.

El pelo, sobre todo en ese pedazo de tierra donde muchos han determinado que el crespo es el malo y el lacio es el bueno, es de vital importancia, pero si es natural, mucho mejor.

¿Cuál es la gracia de tener encima una cabellera que no es la suya?  ¿Y si luego usted se da cuenta que la dama, que en una noche, en un lugar de diversión le lució una hermosa cabellera, y bajo algunos tragos usted hasta la acarició, es una tipa con tres cheles de pelo, sea éste crespo o de alambres, como algunos le llaman? ¿Y si la tipa es calva? ¿Y si en un desenfreno de amor usted creía que esa cabellera era de ella, y se queda con todo el moño en las manos? Y si se arma un pleito, de esos que se dan entre algunas parejas y usted cree que la va a dominar, echándole mano al cabello, quedándose con el paquete sintético en las manos? Seguro que al ver “su” hermosa cabellera en las manos suyas, provocará que la dulcinea enfurecida le vaya encima como Mike Tyson en sus buenos tiempos. Claro, debemos destacar que un hombre nunca le debe siquiera levantar la mano a una mujer.

Dicen que el pelo es el marco de la cara, por lo que hay mujeres que no quieren aceptar los tres pelitos que Dios le proporcionó. Para empeorar las cosas, hay damas que tienen un cabello llamativo y hasta cierto punto hermoso, pero no se conforman y comienzan a inventar con las fuñías extensiones. Incluso lo hacen algunas figuras de la televisión ya medio entraditas en edad.

Es la lucha de lo anti natural contra lo natural, pero en algunas feminas el asunto pasa a ser más tétrico que estético. Mientras tanto, Los centros de extensiones de pelo se frotan las manos, pues son muchas las mujeres que andan con mechones, tips, rayitas, pelucas, pelucones, cola de caballo, moños al estilo montaña rusa, trenzas,  pollinas, y no dude usted que algunas utilicen hasta pelos de lomo de canguro. Mientras tanto, yo les pregunto, el cabello en la mujer, ¿postizo o natural?