Hay mañanas en que la ciudad amanece sonnolienta, vestida de gris, con cara de poco amiga.
Parece una mujer caprichosa, a la que hay que encantar y enamorar cada día, en todo momento, en cada tramo y en cada esquina, sin importar que el semáforo con su ojo rojo te ponga un stop.
Es difícil recorrer la mirada a través de edificios borrachos a los que parece no importarles el aviso aquel de que "el exceso en el consumo de alcohol" perjudica la salud.
Por eso a algunos de ellos hay que ponerles suero y necesitan ser entubados.
Es triste, patético observar desde tu balcón la muerte de un edificio vecino.
a po somo vecino, vivo de aquel lado del amarillo muerto que te tapa el sol por las tardes.
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