Dicen que Colombia es el paraíso de la silicona
Las discotecas latinas se atiborran de chicas hermosas, salidas de la nada, a quienes muchos denominan “cucarachas”, porque únicamente se les ve en la noche. Son mujeres que tienen edades comprendidas entre 18 y 30 años y todas llevan sus caderas esculpidas tras muchas horas de drenaje y mucho pulso por parte de algún cirujano plástico.Esas “nenas” de las que muchos hablan son las “novias” de aquellos que siempre muestran a su “presa” como un trofeo. No importa si son barrigones o feos o si detrás de ellos ronda un pasado oscuro y plagado de interrogantes. Lo que interesa es que el amante “se baje del bus” y aporte la plata necesaria para dar el salto hacia la perfección física.
Lograr que una mujer hable de sus cambios físicos en un quirófano no es nada fácil. Las “niñas” siempre presumen de naturalidad: que sus senos o sus caderas o sus labios o su nariz fueron el resultado de la divina providencia, pero en el mundo de la noche “todos los gatos son pardos” y por más recatadas y simples que quieran parecer, las chicas operadas salen a relucir, porque siempre eligen el vestido más escotado o el jean más descaderado para ser las reinas en el sitio de moda.
El caso de María es uno de ellos. Salió de Medellín en 1999 y recuerda que siempre fue una persona a quienes todos llamaban “poca cosa”.
“Abandoné Colombia por necesidad, quería demostrar a todos que a mí la pobreza no me iba a ganar la batalla. Muchos meses me costó reunir el dinero para entrar, en ese entonces, como turista a España. Fue la época en la que el visado no se exigía. Sólo una carta de invitación que logré gracias a un novio que hoy maldice lo buena que estoy. Y digo eso porque ese ‘parce’ o ese malnacido me cambió por otra. Pero aquí está el resultado. ¿Te gusto?”, dice sonriendo.
Patricia, de Armenia, es otra de las chicas que dio el salto hacia la belleza. Nos cuenta que viajó a Cali (Colombia) y se gastó cinco millones de pesos (unos 1.600 euros) en realizarse una lipoescultura. Ella no lo niega en ningún momento y afirma que esa plata la pagó con piel, con mucho movimiento y con mucho sudor. “Sí, trabajando en un puticlub pude reunir la plata necesaria para operarme de pies a cabeza. Sin buenas tetas, sin buenas nalgas, una prostituta no gana mucho dinero. Cuando un hombre quiere sexo, lo primero que llena es su visión, después viene la selección y casi en un cien por ciento la que se lleva el pez al agua es la tía buena”, comenta con desparpajo.
Colombia es un país de mujeres hermosas a las que la naturaleza dotó de muchas cosas buenas, pero hoy, al igual que en el mundo entero, la moda es lucir un cuerpazo que sea la envidia de todos los mortales. No importa el dinero que cueste realzar una figura, ni el dolor que haya que soportar después de una extenuante cirugía (que puede durar hasta nueve horas). Aquí lo que prima es el ego.
Antes sólo eran las colombianas las que pagaban un tiquete aéreo y pasaban 30 días de sus vacaciones postradas en una cama a la espera del cambio añorado. Pero las cosas ahora son distintas. A este viaje del bisturí también se apuntan muchas españolas que, incentivadas por el cambio de una colombiana, deciden cruzar el Atlántico y afrontar lo que será el resurgir (como el Ave Fénix) de sus vidas. Y es que operarse en el país suramericano es un “chollo”. Una operación de nalgas o pompis no supera los dos millones de pesos (menos de 700 euros). Pero si lo que se quiere es lucir un cuerpazo, el mejor consejo que le puede dar un cirujano plástico es que se realice una lipoescultura que tiene un precio de 7 millones de pesos (2.300 euros). Y si el problema es el dinero, no te preocupes: en Madrid ya existen oficinas que se encargan de ofrecerte créditos que se acomodan a tus posibilidades y que incluyen tiquetes aéreos, hotel y un recorrido turístico antes de entrar al quirófano. Lo que está claro en el universo del glamour, es que no hay mujer fea, sino sin plata.(FUE)
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