Joseph Cáceres

Vale la pena  ver Pimp Bullies, aunque Alfoso está por debajo como director

Por Johnny Arrendel 

Lo mejor de “Pimp Bullies, Victimas de un Prostíbulo” son sus desnudos integrales y escenas eróticas.

Y esas exposiciones de pechos y nalgas no solo son atrayentes por si mismas, sino que representan un paso de avance para el cine dominicano y el espectáculo en general.

Este abordaje del tema sexual contribuye a romper prejuicios y ataduras.

Además, la mayoría de las chicas que se desnudan están buenísimas.

Catalina Rodríguez, Chiquinquirá Delgado, Lisbeth Santos y hasta la viejeva Laura García Godoy, mostrando lo que les dio la naturaleza y mejoró el bisturí.

Está la colombo venezolana Carmen Elena Manrique, bella y talentosa, pero subutilizada en la trama.

Probablemente la rubia pudo dar más, tanto en lo dramático como en la exhibición de carnes.

Ada Aimé de la Cruz promete bastante en la actuación y en su participación luce correcta.

Todo el mundo habla del "sound track "del filme y diríamos que la musicalización en si misma está bien acertada, y esos créditos son de Roy Tabaré.

Importante también es que esta película se aleje del machacante tema de las comedias, que ya hasta satura en las producciones dominicanas.

Hay errores notables, como es ubicar el sector de Capotillo en una locación de la Zona Colonial, y más tan conocida como El Rinconcito de Don Guillermo.

Luego, para recrear un área sórdida de Nueva York se recurre nueva Vez a la Ciudad Colonial, por la zona de la calle Isabel La Católica, y esto resta credibilidad, al menos entre el público criollo.

Entiendo que esta película posee el atractivo para ser respaldada de manera masiva por el público.

Sin embargo, tras acudir a su estreno comercial, he llegado a la conclusión de que Alfonso Rodríguez ha venido involucionando como realizador.

Después de Cadena Braga y Tráfico de Niños, Alfonso fue encargado por Roberto Angel Salcedo de escribir el guión y dirigir “Un macho de mujer”, y a pesar de que no trabajó con un elenco de verdaderos actores, salió airoso.

Luego produjo y dirigió Yuniol 2, para mí una de las mejores historias que se han filmado en el país.

Con muy buenas actuaciones de Shalín Ortiz, Milly Quezada, Frank Perozo y Cuquín Victoria, el director y guionista Rodríguez puedo presentar una interesante contraposición de dos mundos.

Luego, Robertico inventó e incursiono como el guionista que nunca ha sido y sacó a la luz un verdadero brodio, “Mi Novia está de madre", dirigida por Archie López.

Bien pudo Salcedo repetir con Alfonso como director, que tan bien les fue en su primera unión, o al menos utilizar sus servicios de guionista.

No obstante, a partir de entonces comenzó la declinación en los niveles de calidad de Alfonso Rodríguez, y vino el desastre de “Al fin y al cabo”, que no resiste análisis.

En esta ocasión, la temática de Pimp Bullies constituye un acierto, aunque, en verdad el guión solo conduce a lugares comunes, es decir, clichés.

Por ejemplo, la escena de la matanza por parte del policía vengador, Alfonso parece querer presentarla como un homenaje al Padrino, de Francis Ford Coppola, en una secuencia famosa.

Pero donde la dirección de Rodríguez flaquea más es en el manejo y caracterización de los actores.

ALFONSO

Pudo sacarle más a Lisbeth, quien en toda la película.solo apoya su caracterización en una estilo de caminar estereotipado y se la pasa mascando chicle, cuando se supone que es una prostituta de altos ingresos.

Por su peso en la trama, me parece que se debió profundizar mas en el entorno material y psicológico que definen la personalidad y conducta del personaje de Lisbeth.

Vin Rhames no necesitaba una caracterización tan marcada como proxeneta, en una época donde tanto su personaje como otros reiteran que la industria del sexo por paga ha cambiado.

El norteamericano da de manera perfecta el físico del chulo, embaucador y vividor, y por tanto, al recárgalo tanto le convirtieron en una caricatura.

Pero la actuación en verdad desastrosa, es la de Henkey Madera, quien de tanto sobreactuar, llega a molestar en sus intervenciones.

No solo está exagerado en sus movimientos y gestos, que lucen bruscos, sino también en la modulación de su voz, que siempre se mantiene estridente.

A partir de esta debacle, Madera deberá revisarse y estudiar mejor los personajes que asume.

De su lado, Alfonso Rodríguez debería emprender algunos proyectos que le ayuden a reciclarse y retroalimentarse como cineasta. Por ejemplo, abrevar en otras fuentes fuera del medio local.