Joseph Cáceres

Pablo Milanés complació a un público poco exigente, pero no satisfizo al que tiene buen gusto y criterio

Cuando Pablo Milanés empezó a cantar en su concierto de la noche de este  sábado en el Teatro Nacional,  su garganta le hizo una mala jugada.

Daba la impresión de que había perdido sus facultades.

No fue sino a los 50 minutos de estar en el escenario, faltando poco para el final de su actuación, que pudo acercarse un poco a la voz  que todos hemos conocido en las canciones de sus producciones discográficas.

La opinión del "oráculo" fue que no hizo el calentamiento de lugar.

Siendo un artista  que no se vende él, sino sus canciones, su voz es un elemento que le confiere singularidad a su actuación, pues a diferencia de otro tipo de intérpretes, que venden un espectáculo con bailarinas, humo, movilight, pantallas led, fuegos artificiales, Milanés no usa comodines, truculencias ni recursos escenográficos.

Realiza su actuación sentado sobre un taburete, por los problemas que muchos saben tiene en sus piernas.

Al carecer de recursos de animación en sus conciertos, el papel fundamental lo representa su voz, y si esta no juega ni asume un buen desempeño, la monotonía y el aburrimiento se encargan de conspirar contra él.

El Nuevo Diario

Sin embargo, le ayuda y le compensa el grupo  de excelentes músicos que le acompaña y que le brindan un gran soporte.

Lo demás es "pan comido". Las canciones de las nuevas producciones del cantautor aún no promovidas ni conocidas, junto a las que le han dado fama como Yolanda, El Breve espacio, De qué callada manera.

Al final, el consabido mutis, sin haber interpretado "Para Vivir", obligando al muy manoseado y desgastado recurso de que el público pida de pies y a coro "otro".

Para ver a Pablo Milanés con una voz en tan malas condiciones, es preferible quedarse en casa, recostado en un buen sillón, y escuchar sus canciones en los audífonos de un Ipod o en las bocinas de un equipo de música. "That's all".