Cada vez que se anuncia un concierto de un merenguero criollo, de inmediato se apela a la fórmula infalible de incluir la participación de Johnny Ventura.
Lo ha hecho Milly en el pasado, Héctor Acosta, Fernando Villalona, por sólo citar algunos casos.
No le veo gracia al hecho de estar apelando siempre a ese recurso, manido, agotado, que si bien es cierto logra a veces resultados, no menos lo es el hecho de que al usar al legendario merenguero a manera de comodín, se proyecta desde lo más recóndito un complejo de inseguridad en torno a las reales condiciones para crear una corriente de público hacia un espectáculo, que pasa a ser, en cuanto a reales créditos, compartido.
Johnny Ventura representa un importante "plus", y a la vez se convierte en un gran "plug", para cualquiera que busque asegurar el éxito de una propuesta escénica.
Pero hasta qué punto es legítimo acreditar la concurrencia a un evento al que se llega caminando sobre muletas y no sobre pies propios?.
Tal parece que la creatividad de algunos productores anda coja.
Invariablemente su fórmula consiste en muchas pantallas Led en el fondo del escenario, y el gancho de un artista famoso que por si solo atraiga público. Es la fórmula que se repite y que ha venido a sustituir en cierta forma a la de Chiqui Hadad con su plumería de bailarines al estilo Tropicana que nunca faltan, y que ya hartan.
Johnny Ventura acompañando al anfitrión, y muchas pantallas Led y "spotlights". That's all...Y claro está, muchos borregos repitiendo que eso está bueno. Algo que nunca puede faltar.
Al final de cuentas, los "berrinches" del equino necesariamente son parte de las apuestas para "banca y pool" que muchos jugadores hacen "entre carrera y carrera".
Apueste usted, que la casa paga los dividendos....
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