Joseph Cáceres

Ser artista

Por Orlando Holguín

JOAN MANUEL SERRAT

Antes, el título de artista sólo lo poseían personas extraordinarias, especiales y que por lo menos mostraban respetarse, pero por encima de todo, eran individuos que respetaban al público, a quien muchos definen como sagrado.

  

Cuando era niño y luego adolescente, el título de artista no se lo podía etiquetar cualquier individuo, cualquier cabeza hueca, y más aún, el público era muy cauto a la hora de definir quien podía ostentarlo. Quizás no tenga los conocimientos para definir con palabras propias y exactas lo que es un artista.

Ahora bien, a mí entender, es aquella persona con capacidad para transmitir un arte específico a un público, al común y a la humanidad y la vez cautivarlos, hacerlos suyos, conquistarlos. Un artista es un ser humano, pero con cualidades especiales, aquellas que marcan la diferencia entre éste y los que no muestran ninguna manifestación o capacidad artística.

Un artista no se desplaza por ahí ofendiendo a la gente. Un artista debe ser una persona con una educación especial. ¿Por qué? Sencillamente porque el público no concibe ni acepta que un artista sea mal educado.

Un artista no debe evitar a rajatablas el encuentro con la multitud, y creerse que, de ocurrir, debe ser a x distancia, para no contaminarse con los pobres mortales, entre los que están aquellos que pagan por su arte. Un artista jamás debería pedir que alguien no le mire a los ojos, y si lo hace, entonces no se pierde nada con que un loco más vaya adonde deben estar los desquiciados: al sanatorio.

Un artista no es un ser de una galaxia lejana, que debe vivir encerrado en una burbuja que lo aleje de los idiotas que le siguen, que le aclaman. Un artista no es bonito, no es feo, no es grande, ni es chiquito, blanco o negro, sencillamente es artista. Un artista es la más fidedigna confirmación de que Dios hace seres únicos, a los cuales provee de características exclusivas, ésas que no abundan, que no están al doblar de la esquina.

CECILIA GARCIA

Un artista no es la máxima expresión del rechazo a las normas establecidas y a las buenas costumbres. Un artista no es tener trenzas, ponerse extensiones de cabello, no es usar un pantalón roto, ni esconder los ojos tras unas gafas a veces estrambóticas, o colocarse un artefacto extraño en la cabeza.

Ser artista no es tener tetas pronunciadas, ni poseer caderas exuberantes, o dejar ver las partes del cuerpo que deben permanecer ocultas, como forma de darles un extra a los fanáticos. Tampoco es ponerse en manos del cirujano, para que lo convierta en una persona irreconocible.

Un artista no es sólo la capacidad de expresar el arte otorgado, es algo más terminado, más sublime. Sí, es igual que todos los humanos, que no nos acercamos a la perfección, pero sí debe ser un ejemplo ante los demás. Un artista no es solicitar cosas insólitas para actuar en un escenario, como por ejemplo, que le faciliten oxigeno desintegrado, con partículas celestiales, envasado en un tanque cromado y fabricado por la NASA, mediante un proceso complejo, llevado a cabo en un bunker ubicado a dos mil metros de profundidad debajo de las Cataratas del Niágara.

Un Artista no es el “figureo”, mostrando a los demás que se tiene el auto más portentoso y caro. Ser artista no es dar sonrisas en escena, y luego que se sale de allí ser un perrito o una perrita con ropa. Ser artista no es endiosarse y ponerse títulos: Reyes, Reinas, Príncipes, Mayimbes, El Jefe,  The King, La Jefa, The Killer, El Fuerte, El Malo, The Boss. Ser artista no es consumir sustancias extrañas para estar a la moda, o para lograr que se eleve la adrenalina del público y la suya también.

SIDNEY POITIER

Ser artista no es vestirse del modisto sutajeno, de la diseñadora perenceja, o de llevar puestos botines salpicados de diamantes de la “Cacheté” de Paris. 

En fin, ser artista es un regalo exclusivo y limitado de Dios, quien, entre 7 mil millones de personas que tiene el mundo, elige a unos tantos para proveerlos de esa condición excepcional, de esa gracia, de ese garbo, de ese donaire, de ese encanto que les permite cantar, tocar un instrumento musical, componer, escribir, arreglar, actuar,  pintar, dibujar, bailar, hablar, recitar, hacer reír, dirigir, producir, etc.

Muchos de los aspectos arriba mencionados, sin duda pueden contribuir a la conformación del ser total que es el artista y para muchos son gajes del oficio.

Ahora bien, serlo es una condición que a algunos, por no decir a muchos, les queda grande, muy grande. Y es una pena que el público, que no puede quitarle las cualidades a quien comercializa un arte, pues son suyas, por lo menos se tome el atributo de negarle el derecho a que se burle de él, lo ofenda, lo maltrate y lo humille, pero sobre todo, es una lástima que la audiencia no asuma la potestad de negarles la subsistencia como artistas a los que no merecen serlo ni siquiera por cinco minutos. ¿Cómo? Dejando de consumir su arte y borrándolo por siempre con aquello de gato.