Eurovisión...Un festival musical en decadencia?
¿Refinado o grotesco? ¿Obsoleto o icono ultramoderno? Eurovisión, el festival de la canción mas famoso de Europa, cumple esta primavera más de medio siglo en el que ha conocido éxitos, polémicas, emoción, hits eternos, grandes voces y fenómenos chikilicuatres. Y, a veces, cifras de televidentes larguísimas y llenas de esplendor, aunque algo menos en las últimas ediciones.
España se incorporó al certamen en 1961 y, siete años después, celebraba la victoria de Massiel y de su La, la, la como si se tratara de una proeza de dimensiones estratosféricas. Desde entonces, el interés por este evento de trajes de fiesta y multilingüismo ha fluctuado: en los 70, cuando aún no existían instrumentos fiables de medición de audiencias, Karina, Mocedades y Betty Missiego recibieron el aplauso y el cariño del público tras lograr una segunda posición en el concurso. En los ochenta, solo el grupo Bravo, entonando su Lady, lady, logró situarse entre los cinco primeros puestos del palmarés y en los 90 una ola de indiferencia dejó que la edición de Serafín Zubiri (1992) fuera seguida por una cuota de pantalla del 25,4%, un dato más que discreto para un sarao de estas características. Así, hasta 2002.
No se sabe muy bien a quién se le ocurrió el utilizar la popularidad del programa Operación Triunfo a favor del certamen, pero la elección de su flamante ganadora, Rosa López, para representar a España, no solo consiguió que la gala batiera su récord histórico con más de doce millones de espectadores y un pasmoso 80% de share. También despertó una fuerte oleada de pasión eurofan que reunió frente al televisor a familias enteras, amigos de bar y pandas de modernos vigilando la afinación de su Europe's Living a Celebration y a su conmovedor coro de extriunfitos. La fórmula fue tan efectiva que se aplicó durante dos años más, con Beth y Ramón, si bien ninguno de ellos logró unas estadísticas tan favorables.
A partir de ese momento, solo Rodolfo el Chikilicuatre, un humorista de dudosa capacidad vocal que tocaba una guitarra de mentira y parecía más una parodia de la competición que uno de sus baluartes, ha logrado la complicidad del público y, gracias a ella, el segundo dato de audiencia más alto del festival (59,3%). Pero su participación conllevó asimismo numerosas críticas ("Eurovisión ha dejado de ser musical", proclamó un conocido cronista) y problemas de conciencia entre los responsables de la organización, que no han vuelto a admitir a aspirantes considerados "poco serios".
Menos expectación
Pese a la actual participación de voces solventes que se ajustan al perfil más típicamente eurovisivo, el intéres de los espectadores por lo que sucede en el evento musical parece haber ido en descenso en los últimos años. Pocas personas son capaces de recordar con facilidad el nombre de concursantes recientes como el grupo Son de Sol o la asturiana Lucía Pérez, y la gala protagonizada por esta última fue la menos seguida por los televidentes desde 2007, si bien alcanzó el 32% de cuota.
Algunos eurofans subrayan el daño que el 'voto político' (el que un país otorga a otro por amiguismo o interés) hace al concurso. Otros lamentan que la importancia adquirida por el voto popular ha perjudicado la objetividad del veredicto. Y algunos culpabilizan a los candidatos escogidos por la organización -faltos de originalidad, indican, y muy similares entre sí- o a las canciones que se les adjudican como causa de que España solo haya ganado dos veces en la historia y no haya superado el puesto 15 desde hace siete ediciones.
También hay quienes recuerdan que, pese a los vaivenes de las cifras del festival, este acostumbra a ser el programa más visto de la parrilla en su día emisión.
Los Espanoles no pueden hablar porque la cancion que enviaron la pasada edicion me dio verguenza ajena, un espectaculo cutre, como para resort de quinta no se de las ediciones anteriores pero si asi han ido todas las ediciones bien les va.
ResponderEliminarT.