martes, 20 de marzo de 2012

PUBLICADA EN EL PERIODICO EL NACIONAL


Paradógico
Arte nacional
Escrito por: Joseph Caceres (josephcaceres.net)
Parece mentira, pero hoy día existen más locales y edificaciones destinadas a la realización de actividades culturales y eventos artísticos, y sin embargo son muy pocas las que se manifiestan en los barrios y en los sectores populares de la capital. Contrario a lo que acontecía en los años setenta, bajo el régimen de los doce años del presidente Joaquín Balaguer, que los grupos culturles no tenían donde presentarse, y sin embargo dejaban sentir su impronta en cada lugar.
Grupos teatrales, rondallas, coros, poesía coreada, intérpretes de la nueva canción. Los clubes culturales de los barrios desarrollaban una labor en el seno del pueblo, muy apreciada, que sin embargo no era bien vista por sectores del régimen, que reprimían a sus dirigentes, y desarrollaron acciones para eliminar esos "focos de contaminación comunista". 
Fueron varios los jóvenes muertos y desaparecidos, muchos los perseguidos, hasta que lograron dar al traste con el movimiento clubístico que llevaba cultura a los barrios, y que tanta falta hace ahora, en que el espacio que dejaron ha sido tomado por las  pandillas  y los promotores de vicios y las drogas. Recuerdo que hacía teatro popular con el Teatro Rodante de Bellas Artes, dirigido por Salvador Perez Martínez (El Pera). 
Luego con los grupos Juglar, Actores Unidos, Teatro Estudio, en escenarios como el del antiguo local del Consevatorio Nacional de Música, donde ahora está el Ministerio de Cultura, que los actores odiaban porque tenía una acústica terrible. De igual manera en el Aula Magda de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en el local de la Asociación de Detallistas y en la cancha del Club Mauricio Báez, cuando Leonel Fernández era secretario de cultura del mismo en los años 70.
No teníamos salas adecuadas, pero nos movíamos por toda la capital y a todo lo largo y ancho del país, con la Rondalla Universitaria, y el Coro de la UASD, en las clásicas guaguas azules Blue Bird que anteriormente daban servicio de transporte a los estudiante. 
Llegamos muy temprano para tener salas la Maximo Avilés Blonda en el Conservatorio de Música, o como las del Centro Cultural de Villa Juana, por solo citar dos casos. Tampoco había la Ravelo del Teatro Nacional, y teníamos que conformarnos con la de Bellas Artes, gracias a la apertura de Pedro (Peter) Morales Troncoso, que pese a la oposición de sectores "rancios" y elitistas del teatro oficial, siempre creyó en las propuesta de la juventud.

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