domingo, 29 de abril de 2012

LECTURAS DOMINICALES


El fracaso de los artículos de opinión

Para comenzar hablando claro lo hacemos afirmando lo que debería ser al final en este artículo –precisamente- de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas personas se dedican a ponerles atención.  

Nos explicamos:


Un artículo de opinión, sea un escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que escribe sobre ese asunto de interés público.

Ahora, se entiende que todo trabajo de esta índole encierra implícitamente ambos propósitos, pero consciente o subconscientemente el articulista está más motivado por una vertiente que por la otra. También puede haber el tercer fin, sin soslayo de aquellas dos, de atraerse la simpatía de un personaje o de una entidad, que puede ser tanto en el área política o de otro tipo.

Empero, si usted no goza de nombradía por no ser un reconocido especialista en un campo del saber humano, como por ejemplo en cardiología, sismología, economía,  astrofísica, arqueología, etc., o si no ha escalado la nombradía (en sus respectivas esferas) de los Juan Bolívar Díaz Santana, Miguel Guerrero, José Rafael Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega, Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Federico Henriquez Gratereaux, Bruno Rosario Candelier o de otras reputadas figuras, sus análisis se esfumaran en el aire, sin el asiento de ninguna otra mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las reglas.
El razonamiento de ese aserto estriba, primero, en que no es discutible que las masas no leen (sin importar su grado de escolaridad), y en segundo lugar, que los potenciales lectores de los artículos de los profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas o de su grado de capacidad, o de una categoría mayor. Y cuando un posible lector se encuentra con una escritura de alguien de su propio nivel, no se interesa por prestarle atención por considerar que nada podría aprender de la misma; y peor sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de un mayor intelecto. Éste simplemente considerará que sería una perdida de tiempo enfocarse en tal materia. Esto, sin importar el tema que trate, que conste.

He ahí los tremendos desafíos que tienen por delante quienes no hayan alcanzado un alto pedestal público y se avientan a escribir artículos de opinión.

Si no eres un personaje de prestigio no te leen porque consideran que no tienen nada que aprender de ti; y asimismo si no eres un personaje de renombre a nadie le interesa saber cuál es tu postura sobre un asunto dado. Que eres un valor humano, un titulado, alguien preocupado por los problemas que atañen al país o al mundo, todo eso es harina de otro costal. Por mucho que presumas, que grites y patalees, perdóname, no te leerán. Incluso el que tenga muchos años bregando en los medios de comunicación de masas, eso no te garantiza nombradía.

A todo esto hay que considerar la calidad del escrito, de si es una prosa limpia, gramatical, sintáctica, precisa, directa, sin tediosas reiteraciones, sin zigzagueos, sin criterios contrapuestos unos contra otros, etc., etc.
Ahora, no todo esta perdido, siempre se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo en la vida. De hecho, si se mira bien, gran parte de los éxitos del ser humano se deben a los ángulos que descubrieron para triunfar: David, pequeño,  con una honda contra el gigante Goliat; Aníbal, por los helados y abruptos Alpes pone de rodilla al Imperio Romano; Eisenhower, por Normandía, en lugar de otra costa por donde lo esperaba Hitler; Pizza Domino, con su dinámico delivery caliente frente a la poderosa Pizza Hut; Aple, con su computadora personalizada  -PC- ante la todopoderosa IBM, y así por el estilo.

Sin darle muchas vuelvas a la noria del asunto, ¿cuál es el flanco más efectivo para lograr lectura para los artículos de opinión, ¡incluso hasta para los afamados!?, ¡escribir corto, con brevedad! Esa es la primera de las formulas de oro y el secreto más práctico para conseguir el objetivo.

Un artículo de opinión que no pase de 300 palabras tiene posibilidades de ser leído por algunas personas; si solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a 150, ya se puede hablar de éxito. Porque es que el problema para que una opinión escrita logre la atención del público, no solamente reside en lo trascendental –incluso- que sea quien lo calce, ¡sino que hoy en día la gente no cuenta con tiempo para dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que ellos mismos piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de trabajo o sus jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza para mucho.

Otra condición para acercarse a la meta reside en la calidad de la estructura del artículo, como ya dijéramos, en su pureza gramatical y sintáctica y en la hilvanación de las concepciones que se exponen. Y finalmente está el título, de si es preciso e impactante, o si vago, rebuscado y de pretensiones literarias o filosóficas.

Ahora bien, si el escrito es de carácter investigativo, con datos entre otros como cifras del tema de que trata, fechas y menciones de personajes y entidades envueltos en el asunto dado, entonces escriba cuanto quiera, que no solamente lo van a leer los interesados al respecto, sino que además lo van a archivar para consultarlo en el futuro.

Un ejercicio de síntesis.

Ahora bien, ese artículo, de 948 palabras, del cual presumimos que no tiene desperdicios, de estar bien estructura, conciso, y de contar con un alto nivel gramatical y sintáctico, ¿es posible reducirlo en gran proporción sin qué sus premisas pierdan su esencia, con tal de hacerlo atractivo para potenciales lectores en un medio de prensa?  Intentémoslo.

El fracaso de los artículos de opinión

Para comenzar hablando claro lo hacemos afirmando lo que debería ser el final en este artículo –precisamente- de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas personas se dedican a ponerles atención.

Nos explicamos:

Un artículo de opinión, sea un escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que escribe sobre ese asunto de interés público.

Ahora, se entiende que todo trabajo de la índole que tratamos encierra implícitamente ambas proyecciones, pero consciente o subconscientemente el que lo elabora está más motivado por una vertiente que por la otra. También puede haber el tercer propósito, sin soslayo de aquellas dos, de atraerse la simpatía de un personaje o de una entidad, que puede ser tanto en el área política o de otro tipo.

Empero, si usted no goza de nombradía por no ser un reconocido profesional en un campo del saber humano, como por ejemplo en cardiología, sismología, economía,  astrofísica, arqueología, etc., o si no ha escalado la nombradía (en sus respectivas esferas) de los Juan Bolívar Díaz Santana, Miguel Guerrero, José Rafael Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega, Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Federico Henriquez Gratereaux, Bruno Rosario Candelier o de otras reputadas figuras, sus análisis se esfumaran en el aire, sin el asiento de ninguna otra mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las reglas.

El razonamiento de ese aserto sobre el comunicador que no sea del tipo de aquellas destacadas figuras, estriba, primero, en que no es discutible que las masas no leen (sin importar su grado de escolaridad), y en segundo lugar, que los potenciales lectores de los artículos de los profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas o de su grado de capacidad, o de una categoría mayor. Y cuando un posible lector se encuentra con una escritura de alguien de su nivel intelectual, no se interesa por prestarle atención por considerar que nada podría aprender de la misma; y peor sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de mayor intelecto. Éste simplemente considerará que sería una perdida de tiempo enfocarse a verlo. Esto, sin importar el tema que trate, que conste.

Ahora, no todo está perdido, siempre se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo

Un artículo de opinión que no pase de 300 palabras (inclusive hasta para los afamados) podría ser leído por algunas personas; si solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a 150, ya se puede hablar de éxito. Porque es que el problema para que un trabajo de opinión logre la atención del publico, no solamente reside en lo trascendental que sea quien lo calce, ¡sino que hoy en día la gente no cuenta con tiempo para dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que ellos mismos piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de trabajo o sus jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza para mucho.

Ahora bien, si el escrito es de carácter investigativo con datos como cifras del tema de que trata, fechas y menciones de personajes y entidades envueltos en el asunto dado, entonces escriba cuanto quiera, que no solamente lo van a leer los interesados al respecto, sino que además lo van a archivar para consultarlo en el futuro.

Observación:
De 948 palabras con que cuenta el artículo original, fue reducido a solamente 600, ¡348 caracteres menos sin mayor menoscabo de la parte esencial del mensaje!, aunque lógicamente con pérdidas de algunas partes que lo sustentaban con más amplitud y que lo hacían más atractivo como pieza académica.  .

Una mayor sintetización:

Tratemos de sintetizar todavía más el trabajo original, cuidando de mantener su tesis fundamental, aunque a sabiendas que en el intento se marginarán valiosas ilustraciones;  mas si fuera publicada solamente esta parte ¿qué lector se enteraría que también llevaba otras conceptualizaciones y hasta graciosos giros?

El fracaso de los artículos de opinión

Para comenzar hablando claro lo hacemos afirmando lo que debería ser el final en este artículo –precisamente- de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas personas se dedican a ponerles atención.  

Nos explicamos:

Un artículo de opinión, sea un escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que escribe sobre ese asunto de interés público.

Empero, si usted no goza de prestigio por ser un reconocido especialista en un campo del saber humano, como por ejemplo en cardiología, sismología, economía, etc., o si no está en las esferas de los Juan Bolívar Díaz Santana, Miguel Guerrero, José Rafael Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega, Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Federico Henriquez Gratereaux, o de otras reputadas figuras, sus análisis se esfumarán en el aire, sin el asiento de ninguna otra mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las reglas.

El razonamiento de ese aserto sobre el comunicador que no sea del tipo de aquellas  destacadas figuras, estriba, primero, en que no es discutible que las masas no leen (sin importar su grado de escolaridad), y en segundo lugar, que los potenciales lectores de los artículos de los profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas o de su grado de capacidad, o de una categoría mayor. Y si un posible lector se encuentra con un escrito elaborado por alguien de su nivel intelectual, no se interesará por prestarle atención porque considerará que nada podría aprender del mismo; y por igual sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de mayor intelecto.

Ahora, no todo esta perdido, siempre se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo en la vida.

Un artículo de opinión que no pase de 300 palabras (incluso de los mismos afamados) podría ser leído por algunas personas; si solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a 150, ya se puede hablar de éxito. Porque es que el problema para que un trabajo de opinión logre la atención del publico, no solamente reside en lo trascendental de quien lo calce, ¡sino qué hoy en día la gente no cuenta con tiempo para dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que ellos mismos piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de trabajo o sus jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza para mucho.

Ramón Colombo, en El Caribe de Santo Domingo ofrece su opinión diariamente en menos de cien palabras, y damos por supuesto que el 80% de los usuarios del órgano lo lee por su brevedad.

Observación.- A la cifra original del artículo de 948 palabras, esta vez la bajamos a solamente 482, ¡o sea 466 menos! Con ello fue eliminado  un considerable número de  ilustraciones y a pesar de ello el análisis mantiene su enunciado esencial. Esto indica que si  desde un principio se hubiera tenido la meta de escribir un trabajo de no más de 300 caracteres, la estructuración se hubiera hilvanado paso a paso hacia esa medida. De esta manera quedan desmentidas las afirmaciones de muchos de que no pueden escribir con brevedad, arguyendo que no les alcanzaría el espacio para dar a entender su parecer sobre un tema dado. (La Prensa por Dentro/Humberto Olivieras)

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