El fracaso de los artículos de opinión
Para comenzar hablando claro lo
hacemos afirmando lo que debería ser al final en este artículo –precisamente-
de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas
personas se dedican a ponerles atención.
Nos explicamos:
Un artículo de opinión, sea un
escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos
propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de
interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que
escribe sobre ese asunto de interés público.
Ahora, se entiende que todo trabajo
de esta índole encierra implícitamente ambos propósitos, pero consciente o
subconscientemente el articulista está más motivado por una vertiente que por
la otra. También puede haber el tercer fin, sin soslayo de aquellas dos, de
atraerse la simpatía de un personaje o de una entidad, que puede ser tanto en
el área política o de otro tipo.
Empero, si usted no goza de
nombradía por no ser un reconocido especialista en un campo del saber humano,
como por ejemplo en cardiología, sismología, economía, astrofísica, arqueología, etc., o si no
ha escalado la nombradía (en sus respectivas esferas) de los Juan Bolívar Díaz
Santana, Miguel Guerrero, José Rafael Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega,
Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes,
Federico Henriquez Gratereaux, Bruno Rosario Candelier o de otras reputadas
figuras, sus análisis se esfumaran en el aire, sin el asiento de ninguna otra
mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las reglas.
El razonamiento de ese aserto
estriba, primero, en que no es discutible que las masas no leen (sin importar
su grado de escolaridad), y en segundo lugar, que los potenciales lectores de
los artículos de los profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas
o de su grado de capacidad, o de una categoría mayor. Y cuando un posible
lector se encuentra con una escritura de alguien de su propio nivel, no se
interesa por prestarle atención por considerar que nada podría aprender de la
misma; y peor sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de un mayor
intelecto. Éste simplemente considerará que sería una perdida de tiempo
enfocarse en tal materia. Esto, sin importar el tema que trate, que conste.
He ahí los tremendos desafíos que
tienen por delante quienes no hayan alcanzado un alto pedestal público y se
avientan a escribir artículos de opinión.
Si no eres un personaje de prestigio
no te leen porque consideran que no tienen nada que aprender de ti; y asimismo
si no eres un personaje de renombre a nadie le interesa saber cuál es tu
postura sobre un asunto dado. Que eres un valor humano, un titulado, alguien
preocupado por los problemas que atañen al país o al mundo, todo eso es harina
de otro costal. Por mucho que presumas, que grites y patalees, perdóname, no te
leerán. Incluso el que tenga muchos años bregando en los medios de comunicación
de masas, eso no te garantiza nombradía.
A todo esto hay que considerar la
calidad del escrito, de si es una prosa limpia, gramatical, sintáctica,
precisa, directa, sin tediosas reiteraciones, sin zigzagueos, sin criterios
contrapuestos unos contra otros, etc., etc.
Ahora, no todo esta perdido, siempre
se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo en la vida. De hecho,
si se mira bien, gran parte de los éxitos del ser humano se deben a los ángulos
que descubrieron para triunfar: David, pequeño, con una honda contra el gigante Goliat; Aníbal, por los
helados y abruptos Alpes pone de rodilla al Imperio Romano; Eisenhower, por
Normandía, en lugar de otra costa por donde lo esperaba Hitler; Pizza Domino,
con su dinámico delivery caliente frente a la poderosa Pizza Hut; Aple, con su
computadora personalizada -PC-
ante la todopoderosa IBM, y así por el estilo.
Sin darle muchas vuelvas a la noria
del asunto, ¿cuál es el flanco más efectivo para lograr lectura para los
artículos de opinión, ¡incluso hasta para los afamados!?, ¡escribir corto, con
brevedad! Esa es la primera de las formulas de oro y el secreto más práctico
para conseguir el objetivo.
Un artículo de opinión que no pase
de 300 palabras tiene posibilidades de ser leído por algunas personas; si
solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a 150, ya se puede
hablar de éxito. Porque es que el problema para que una opinión escrita logre
la atención del público, no solamente reside en lo trascendental –incluso- que
sea quien lo calce, ¡sino que hoy en día la gente no cuenta con tiempo para
dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que ellos mismos
piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de trabajo o sus
jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza para mucho.
Otra condición para acercarse a la
meta reside en la calidad de la estructura del artículo, como ya dijéramos, en
su pureza gramatical y sintáctica y en la hilvanación de las concepciones que
se exponen. Y finalmente está el título, de si es preciso e impactante, o si
vago, rebuscado y de pretensiones literarias o filosóficas.
Ahora bien, si el escrito es de
carácter investigativo, con datos entre otros como cifras del tema de que
trata, fechas y menciones de personajes y entidades envueltos en el asunto
dado, entonces escriba cuanto quiera, que no solamente lo van a leer los
interesados al respecto, sino que además lo van a archivar para consultarlo en
el futuro.
Un ejercicio de síntesis.
Ahora bien, ese artículo,
de 948 palabras, del cual presumimos que no tiene desperdicios, de estar bien
estructura, conciso, y de contar con un alto nivel gramatical y sintáctico, ¿es
posible reducirlo en gran proporción sin qué sus premisas pierdan su esencia,
con tal de hacerlo atractivo para potenciales lectores en un medio de
prensa? Intentémoslo.
El fracaso de los artículos de
opinión
Para comenzar hablando claro lo
hacemos afirmando lo que debería ser el final en este artículo –precisamente-
de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas
personas se dedican a ponerles atención.
Nos explicamos:
Un artículo de opinión, sea un
escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos
propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de
interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que
escribe sobre ese asunto de interés público.
Ahora, se entiende que todo trabajo
de la índole que tratamos encierra implícitamente ambas proyecciones, pero
consciente o subconscientemente el que lo elabora está más motivado por una
vertiente que por la otra. También puede haber el tercer propósito, sin soslayo
de aquellas dos, de atraerse la simpatía de un personaje o de una entidad, que
puede ser tanto en el área política o de otro tipo.
Empero, si usted no goza de
nombradía por no ser un reconocido profesional en un campo del saber humano,
como por ejemplo en cardiología, sismología, economía, astrofísica, arqueología, etc., o si no
ha escalado la nombradía (en sus respectivas esferas) de los Juan Bolívar Díaz
Santana, Miguel Guerrero, José Rafael Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega,
Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes,
Federico Henriquez Gratereaux, Bruno Rosario Candelier o de otras reputadas
figuras, sus análisis se esfumaran en el aire, sin el asiento de ninguna otra
mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las reglas.
El razonamiento de ese aserto sobre
el comunicador que no sea del tipo de aquellas destacadas figuras, estriba,
primero, en que no es discutible que las masas no leen (sin importar su grado
de escolaridad), y en segundo lugar, que los potenciales lectores de los
artículos de los profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas o de
su grado de capacidad, o de una categoría mayor. Y cuando un posible lector se
encuentra con una escritura de alguien de su nivel intelectual, no se interesa
por prestarle atención por considerar que nada podría aprender de la misma; y
peor sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de mayor intelecto.
Éste simplemente considerará que sería una perdida de tiempo enfocarse a verlo.
Esto, sin importar el tema que trate, que conste.
Ahora, no todo está perdido, siempre
se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo
Un artículo de opinión que no pase
de 300 palabras (inclusive hasta para los afamados) podría ser leído por
algunas personas; si solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a
150, ya se puede hablar de éxito. Porque es que el problema para que un trabajo
de opinión logre la atención del publico, no solamente reside en lo
trascendental que sea quien lo calce, ¡sino que hoy en día la gente no cuenta
con tiempo para dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que
ellos mismos piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de
trabajo o sus jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza
para mucho.
Ahora bien, si el escrito es de
carácter investigativo con datos como cifras del tema de que trata, fechas y
menciones de personajes y entidades envueltos en el asunto dado, entonces escriba
cuanto quiera, que no solamente lo van a leer los interesados al respecto, sino
que además lo van a archivar para consultarlo en el futuro.
Observación:
De 948 palabras con que
cuenta el artículo original, fue reducido a solamente 600, ¡348 caracteres
menos sin mayor menoscabo de la parte esencial del mensaje!, aunque lógicamente
con pérdidas de algunas partes que lo sustentaban con más amplitud y que lo
hacían más atractivo como pieza académica. .
Una mayor sintetización:
Tratemos de sintetizar
todavía más el trabajo original, cuidando de mantener su tesis fundamental,
aunque a sabiendas que en el intento se marginarán valiosas ilustraciones; mas si fuera publicada solamente esta
parte ¿qué lector se enteraría que también llevaba otras conceptualizaciones y
hasta graciosos giros?
El fracaso de los artículos de
opinión
Para comenzar hablando claro lo
hacemos afirmando lo que debería ser el final en este artículo –precisamente-
de opinión: que al 99% de los mismos nadie lo lee, o que cuando menos escasas
personas se dedican a ponerles atención.
Nos explicamos:
Un artículo de opinión, sea un
escrito esporádico o una columna fija, es una elaboración con uno de dos
propósitos fundamentales: o para ofrecer una orientación sobre un asunto de
interés público, o para dar a conocer abiertamente cuál es la postura del que
escribe sobre ese asunto de interés público.
Empero, si usted no goza de
prestigio por ser un reconocido especialista en un campo del saber humano, como
por ejemplo en cardiología, sismología, economía, etc., o si no está en las
esferas de los Juan Bolívar Díaz Santana, Miguel Guerrero, José Rafael
Lantigua, Tony Raful, Bernardo Vega, Sergio Ramírez, Andrés Oppenheimer, Mario
Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Federico Henriquez Gratereaux, o de otras
reputadas figuras, sus análisis se esfumarán en el aire, sin el asiento de
ninguna otra mente fuera de la suya, salvo las excepciones que rompen las
reglas.
El razonamiento de ese aserto sobre
el comunicador que no sea del tipo de aquellas destacadas figuras, estriba, primero, en que no es
discutible que las masas no leen (sin importar su grado de escolaridad), y en
segundo lugar, que los potenciales lectores de los artículos de los
profesionales promedios dentro de sus áreas, son personas o de su grado de
capacidad, o de una categoría mayor. Y si un posible lector se encuentra con un
escrito elaborado por alguien de su nivel intelectual, no se interesará por
prestarle atención porque considerará que nada podría aprender del mismo; y por
igual sucede si quien se topa con dicho trabajo es alguien de mayor intelecto.
Ahora, no todo esta perdido, siempre
se puede encontrar un flanqueo para alcanzar un objetivo en la vida.
Un artículo de opinión que no pase
de 300 palabras (incluso de los mismos afamados) podría ser leído por algunas
personas; si solamente lleva 250 palabras mucho más, y si se limita a 150, ya
se puede hablar de éxito. Porque es que el problema para que un trabajo de
opinión logre la atención del publico, no solamente reside en lo trascendental
de quien lo calce, ¡sino qué hoy en día la gente no cuenta con tiempo para
dedicarlo a lo que piensan otros, además de escuchar lo que ellos mismos
piensan, lo que piensan sus parejas, sus hijos, sus compañeros de trabajo o sus
jefes! La premura con que corre la vida al presente no alcanza para mucho.
Ramón Colombo, en El Caribe de Santo
Domingo ofrece su opinión diariamente en menos de cien palabras, y damos por
supuesto que el 80% de los usuarios del órgano lo lee por su brevedad.
Observación.- A la cifra original
del artículo de 948 palabras, esta vez la bajamos a solamente 482, ¡o sea 466 menos! Con ello fue eliminado un considerable número de ilustraciones y a pesar de ello el
análisis mantiene su enunciado esencial. Esto indica que si desde un principio se hubiera tenido la
meta de escribir un trabajo de no más de 300 caracteres, la estructuración se
hubiera hilvanado paso a paso hacia esa medida. De esta manera quedan desmentidas las afirmaciones de muchos de que no
pueden escribir con brevedad, arguyendo que no les alcanzaría el espacio para
dar a entender su parecer sobre un tema dado. (La Prensa por Dentro/Humberto Olivieras)
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