jueves, 21 de junio de 2012


Eran tiempos romanticos en que la ciudad en sus atardeceres se cabeceaba sonnolienta en cada esquina de sus calles, sin poder dormir, por el ruido rumoroso de los vetustos autobuses y los antiguos carros de la época. Y tocame la bocina, tócame la bocina, que las mujeres se mueren, ay, por la gasolina.

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NIURKA BAEZ,
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