sábado, 25 de agosto de 2012


Y volver, volver, volver....
El gran ideal de muchos artistas es conquistar la plaza mexicana.
Es un mercado tan rico en posibilidades que desde siempre han hecho cine para consumo local, y sin necesidad de exportarlas le sacan todo el beneficio que cualquiera se pueda imaginar y desear.
Lo mismo acontece con la música, donde hay tantos establecimientos de entretenimiento que en ocasiones a los artistas famosos se les hace difícil realizar giras al extranjero.
De eso siempre nos hablaba Marco Antonio Muñiz, en la época en que venía al país, sobre todo en aquellos tiempos de la Tabacalera.
Lo mismo nos decía José José, quien una navidad nos invitó a compartir con él y su familia unos conciertos que estaba haciendo en el Teatro Blanquita en el Distrito Federal.
Da gusto andar por la Zona Rosa,  y todos los lugares céntricos, llenos de shows de artistas, mariachis, que hacen de la capital mexicana, Acapulco, Cozumel, un ambiente de trepidante vida nocturna inigualable, donde artistas viejos y nuevos encuentran espacio.
El problema está en los que quieren ir hacia allá a compartir el pastel, porque los mexicanos si que no dan ni dicen donde hay.
Celosos como ellos solos, llevando un nacionalismo a ultranza, que si dejan llegar a alguien es bajo condiciones a veces extremosas.
A Don Francisco, siendo chileno, le dieron de todo. Pero tuvo que hacer una emisión especial de su programa solo para México, y cuidado con hacese el loco y no exaltar lo mexicano en la emisión internacional.
Siempre recordamos la ocasión en que Wilfrido, en pleno apogeo de su carrera, logró hacer una gira a México.
El creyó que "se la iba a comer", como dicen.
Estuvo andando por los pueblos del interior de la nación azteca, en condiciones un tanto deplorables, pues ponían a dormir a los músicos en catres de habitaciones muy poco confortables, y para colmo, llenos de chinchas (chinches), que dieron buena cuenta de la sangre de los pobres criollos.
Tanto que criticaban las habitaciones de los hoteles de Nueva York,  donde los metían como sardina en lata o los famosos apartamentos donde algunos dormían hasta en colchonetas sobre el piso. Aquello era un cachút, comparado con lo de Meexico.
El propio Wilfrido nos hizo la historia de todo el trabajo que pasaron.
Lo peor de todo, es que cuando concluyeron su gira por el interior, que se dispusieron por fin a llegar a la capital, para tocar en grandes clubes y  presentarse en los principales programas de la televisión mexicana, les pusieron un "stop".
El sindicato, (la Unión) les salió al frente, indicando que la orquesta solo tenía permiso para tocar en el interior, y que por lo tanto no estaban autorizados a trabajar en el Distrito Federal.
Al pobre Wilfrido y a sus músicos, no les quedó más remedio que recoger, y volver, volver, volver, como dice la ranchera, con todas sus picaduras de las chinchas.

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NIURKA BAEZ,
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