Cuando las yeguas se
convierten en mulas
Aunque ha quedado ya en cierto modo sepultado en el olvido, el penoso caso del cantante Jimmy Bauer sorprendió
ingratamente a la comunidad artística nacional y seguidores, pues lo menos que nos
podíamos esperar es que este intérprete buenmozón pudiera estar vinculado a una
de las redes del narcotráfico, sirviendo de mula para el transporte de
estupefacientes, producto neto de la desesperación y el afán por obtener los
recursos para costear una producción musical, que le permitiera insertarse en
el mercado, trás la fallida experiencia de haber sonado con un tema musical que
de alguna manera lo colocó en el mapa, no obstante el hecho cierto de que luego
de esa impronta no encontró la posibilidad de volver a hacer diana, lo que le
sumió en una especie de letargo, que de manera inducida lo llevaba hacia una
muerte artística segura.
En breves rasgos esa es la historia de un cantante, digno de
mejor suerte, que ha terminado engullido por la aplastante realidad de un medio que depende de un
mercado muy acrílico, donde una mano de pintura no basta para guardar las
apariencias, y que impele al uso del recurso supremo de la lucha en
desventaja, frente a desingualdades a que somete y plantea una sociedad corrompida en su
entorno interno y externo, pero que es muy dada a vivir guardando las apariencias.
Pero es acaso el de Jimmy Bauer el único caso?. Cuáles otros
estandarte del arte popular se encuentran metidos hasta la coronilla en el
microtráfico, y también sirven de mula, a las redes que se dedican al
ilícito negocio?. A cuáles figuras del medio las autoridades tienen bajo la
amplia lupa de una óptica de acercamiento y en observancia, vigilando cada uno
de sus pasos y movimientos, en interés de aprovechar la ocasión propicia, para
dar el gran salto, y caer sobre ellos con las suficientes evidencias que les
permitan llevarlos hasta la cárcel.?
En el escenario de la música urbana, el hit hot y el dembow
se habla de más de un nombre, con implicaciones que pueden arrastrar a
empresarios, promotores, managers, cantantes, y figuras a los cuales se les ha indicado como
parte de una red que si no lava, presta la batea, en una ominosa cadena que a veces ni siquira disimula su corrosión hasta el centro.
Muy probable es que se caigan muchos altares, y que en medio
del fragor de los acontecimientos sufran daños colaterales algunas personas inocentes, que sin darse cuenta han
sido movidos como fichas de actividades que las leyes de Estados Unidos
tipifican como conspiración.
A cuidarse tocan. Es lo único que pudiéramos aconsejar a
quienes de manera ligera se dejan seducir del dinero proveniente de la
"cosa nostra" que permea en el ambiente artístico detrás del disfraz
del dembow, el hit hot y el reggaetón, por solo citar uno de los renglones en
que mayor observaciómn y vigilancia se está enjerciendo.
Penosamente se trata de un tema tabú al que cualquiera
rehuye, por no atenerse a las circunstancias y a los hechos que de una u otra
manera están incidiendo negativamente en el quehacer artístico criollo, corrompido hasta los tuétanos, en instituciones que deberían ser las más llamadas a preservar y cuidar los valores sociales y morales que sustentan los principios sobre los cuales descansa nuestro ordenamiento como nación con una identidad pública, labrada por gente seria y responsable en materia de arte.
No es de extrañar que cuando el sociólogo Cholo Brenes ha
tocado el caso, se ha querido minimizar sus denuncias, catalogándolo de conflictivo, resentido y viejo
loco, echando mano para ello el recurso de la descalificación y el descrédito.,
como se ha podido verificar en algunos enfrentamientos y conflictos de aparente
aspecto mediático, que no son más que reflejar la punta del iceberg que subyace bajo hermosas apariencias, que esconden
podredumbres glaciales que han querido ser drenadas por las autoridades, que no
son precisamente las de Salud Pública.
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NIURKA BAEZ,
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