domingo, 19 de agosto de 2012


Cuando las yeguas se convierten en mulas

Aunque ha quedado ya en cierto modo sepultado en el olvido, el penoso caso del cantante Jimmy Bauer sorprendió ingratamente a la comunidad artística nacional y seguidores, pues lo menos que nos podíamos esperar es que este intérprete buenmozón pudiera estar vinculado a una de las redes del narcotráfico, sirviendo de mula para el transporte de estupefacientes, producto neto de la desesperación y el afán por obtener los recursos para costear una producción musical, que le permitiera insertarse en el mercado, trás la fallida experiencia de haber sonado con un tema musical que de alguna manera lo colocó en el mapa, no obstante el hecho cierto de que luego de esa impronta no encontró la posibilidad de volver a hacer diana, lo que le sumió en una especie de letargo, que de manera inducida lo llevaba hacia una muerte artística segura.
En breves rasgos esa es la historia de un cantante, digno de mejor suerte, que ha terminado engullido por la aplastante  realidad de un medio que depende de un mercado muy acrílico, donde una mano de pintura no basta para guardar las apariencias, y que impele al uso del recurso supremo de la lucha en desventaja, frente a desingualdades a que somete y plantea una sociedad corrompida en su entorno interno y externo, pero que es muy dada a vivir guardando las apariencias.
Pero es acaso el de Jimmy Bauer el único caso?. Cuáles otros estandarte del arte popular se encuentran metidos hasta la coronilla en el microtráfico, y también sirven de mula, a las redes que se dedican al ilícito negocio?. A cuáles figuras del medio las autoridades tienen bajo la amplia lupa de una óptica de acercamiento y en observancia, vigilando cada uno de sus pasos y movimientos, en interés de aprovechar la ocasión propicia, para dar el gran salto, y caer sobre ellos con las suficientes evidencias que les permitan llevarlos hasta la cárcel.?
En el escenario de la música urbana, el hit hot y el dembow se habla de más de un nombre, con implicaciones que pueden arrastrar a empresarios, promotores, managers, cantantes, y figuras  a los cuales se les ha indicado como parte de una red que si no lava, presta la batea, en una ominosa cadena que a veces ni siquira disimula su corrosión hasta el centro.
Muy probable es que se caigan muchos altares, y que en medio del fragor de los acontecimientos sufran daños colaterales algunas personas inocentes, que sin darse cuenta han sido movidos como fichas de actividades que las leyes de Estados Unidos tipifican como conspiración.
A cuidarse tocan. Es lo único que pudiéramos aconsejar a quienes de manera ligera se dejan seducir del dinero proveniente de la "cosa nostra" que permea en el ambiente artístico detrás del disfraz del dembow, el hit hot y el reggaetón, por solo citar uno de los renglones en que mayor observaciómn y vigilancia se está enjerciendo.
Penosamente se trata de un tema tabú al que cualquiera rehuye, por no atenerse a las circunstancias y a los hechos que de una u otra manera están incidiendo negativamente en el quehacer artístico criollo, corrompido hasta los tuétanos, en instituciones que deberían ser las más llamadas a preservar y cuidar los valores sociales y morales que sustentan los principios sobre los cuales descansa nuestro ordenamiento como nación con una identidad pública, labrada por gente seria y responsable en materia de arte.
No es de extrañar que cuando el sociólogo Cholo Brenes ha tocado el caso, se ha querido minimizar sus denuncias,   catalogándolo de conflictivo, resentido y viejo loco, echando mano para ello el recurso de la descalificación y el descrédito., como se ha podido verificar en algunos enfrentamientos y conflictos de aparente aspecto mediático, que no son más que reflejar la punta del iceberg que subyace  bajo hermosas apariencias, que esconden podredumbres glaciales que han querido ser drenadas por las autoridades, que no son precisamente las de Salud Pública.

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