Lo que dice Serna sobre las
cirugías estéticas
En su columna Aerolitos el novelista Enrique
Serna reflexiona sobre
un tópico que se practica hoy como una moda entre mujeres viejas y jóvenes
inconformes con su aspecto: la cirugía plástica que no corrige problemas o
defectos anatómicos, sino que construye o rediseña nalgas, senos, caras, vulvas
o labios inverosímiles, hasta producir verdaderos engendros de silicón,
colágeno o botox, que terminan todos por parecerse.
Eso sí, conapariencia muy sexy, de ensueño,
pero con la autenticidad del maniquí; como si respondieran a un público que
pide a gritos escotes, sin importar que lo que se muestre sean “turgencias de
hule”. “Un seno de mujer”, dice Serna, “sea grande o pequeño, tiene una textura
y una suavidad que ninguna sustancia química puede igualar. De hecho, gran
parte del placer al acariciarlo consiste en sentir cómo se pone enhiesto y
beligerante. Los senos postizos, en cambio, tienen la textura de una pelota de
squash y ya están duros antes de que el hombre ponga en ellos su mano o sus
labios. El reemplazo de la carne por el hidrogel o el poliuretano representa,
pues, un fiasco erótico…”
La postura del autor es
polémica pero también pertinente en el mundo de hoy, donde conviven las
ilusiones de jóvenes insatisfechas (que aspiran a imagen de calendario, fruto
del Photoshop) con la
rapacidad delincuencial de algunos cirujanos plásticos que ofrecen milagros a
la medida de cada ideal.
El texto de Serna dice:
En su afán por lograr que
las mujeres se parezcan lo más posible a los transexuales, y paguen tanto como
ellos por mudar de figura, los cirujanos plásticos y los publicistas que
imponen los modernos cánones de belleza han obtenido una importante victoria
estratégica: revestir de prestigio sus caricaturas de la perfección física y
convertirlas en signos de status.
Hasta hace poco una cirugía estética se consideraba exitosa cuando nadie la
notaba.
Pero como solo un mínimo porcentaje de las reconstrucciones faciales o
corporales son imperceptibles, los mercenarios del bisturí tuvieron que crear
un ambiente favorable a los cuerpos y los rostros artificiales. Surgió así la
moda del fake look, en la
que el objetivo de la cirugía ya no es corregir pequeños defectos anatómicos,
sino rediseñar nalgas, pechos, abdómenes o caras en el quirófano, aunque el
resultado sea un adefesio retadoramente sexy.
Cuando una mujer descontenta con
su cuerpo estrena senos de odalisca, sus amigas ya no fingen ignorar la
operación. La felicitan con un elogio ambiguo: “Qué bien te quedó el implante”,
con lo cual dan a entender que es notorio. Pero la recién operada no acusa el
golpe, al contrario, pide a sus amigas que le estrujen las tetas para comprobar
la buena calidad del silicón.
Como la sociedad aceptó ya las ubres sintéticas,
las liposucciones, los labios hinchados con colágeno, las caras planchadas con
botox y las nalgas de ánfora egipcia infiltradas con guayacol, ahora los
cirujanos plásticos del Reino Unido se han abierto un nuevo nicho de mercado:
las vulvoplastias, que consisten en recortar los labios menores de la vagina
para evitar que sobresalgan sobre los mayores, pues un creciente número de
mujeres detesta que su vulva tenga forma de coliflor.

El reemplazo de la carne por el hidrogel o el poliuretano representa,
pues, un fiasco erótico, pero las ingenuas víctimas de esta moda lo sacrifican
todo, hasta su propio placer, con tal de lucir un escote provocador.
Perder la
sensibilidad de la vagina o de los senos en aras del éxito frívolo equivale a
cambiar las satisfacciones profundas del ser humano por las glorias del
maniquí. Los principales damnificados por esta involución grotesca son los
sufridos amantes que ahora palpan turgencias de hule, y sin embargo no parecen
lamentarlo, pues también ellos anhelan pavonearse en las fiestas con una modelo
de calendario. Nunca antes el público se había entrometido tanto en la
intimidad de las parejas, ni tantos imbéciles lo habían supeditado todo a su
aprobación…(Akantilado)
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