Joseph Cáceres

La ira ¿artística? de los urbanos

EL LAPIZ

En un arranque de rabia, propio de la inmadurez de la mayoría, de los exponentes urbanos (dembow, en su mayoría) El Lápiz se aireó públicamente contra Acroarte, exigiendo lo que un artista nunca debe mendigar, (nominaciones y premios). Su conducta en ese momento es hoy parte del pesado pasado con el que carga este cantante y un buen ejemplo para ilustrar la conducta de muchos de su clase.

Los urbanos del país, como dijera Daddy Yankee hace poco, están transitando un camino que hace tiempo los artistas boricuas superaron. Un discurso agresivo (dentro y fuera del escenario), una tiradera que raya en el absurdo, una imagen que todavía les mantiene en el peyorativo underground, y un estilo musical propio de la prehistoria de estos estilos que tienen sus raíces en Jamaica y Panamá, pero que encontraron en Puerto Rico a sus mejores propulsores.
Los del reggaetón dicen que no graban dembow, el hip hop no se mezcla ni con este ni con el otro y así van sus exponentes, detractando aquello, desvirtuando todo. ¿Qué pasará con el dembow? Fue una interrogante de muchos de los que asistieron al conversatorio sobre este estilo musical, organizado por la Editora Funglode, y que tuvo a Marivell Contreras como ponente.

DADDY YANKEE

El futuro de la música es impredecible, una canción no se sabe que es un hit hasta que no lo es y si de algo abundan estos estilos es de su fugacidad en el mercado. Son tan perecederos como el discurso de sus exponentes, de esa imagen de inadaptados que muestran muchos de sus principales protagonistas.

Wisin y Yandel, Daddy Yankee y Don Omar siguen latentes y vigentes porque evolucionaron, personal, profesional y musicalmente. Lo suyo no es el reggaetón que predominó en la segunda etapa del estilo, ese de los sonidos de pistolas, de letras irreverentes y altamente sexuales. Todavía entre los cantantes urbanos del país no se visualizan quienes tengan esas características para ganarse un espacio en el mainstream. ¿Vakeró, Mozar La Para, Poeta Callejero? Eso está por verse, pero lo que sí está claro es que la transición no se puede seguir prolongando. (Máximo Jiménez/El Caribe)