Joseph Cáceres

Que el gobierno de Danilo Medina no persista en el error de aniquilar el "espíritu de la Navidad"

Por Johnny Arrendel

Oiganlo bien, señores del gobierno. De este y venideros gobiernos, de cualquier partido que tenga la encomienda y suerte de encabezar al Estado en los tiempos por venir: Esta deberá ser la última ocasión que se cancelen las Fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Si como se alega y percibe, hay falta de recursos, se comprende el que no sea prudente el boato, derroche y ostentación.

Claro, quien se sabe en malas, no podría justificar tirar la casa por la ventana, y gastar en jolgorio recursos prioritarios que se necesitarían en salud y comida, por ejemplo.

Pero suspender por completo las festividades es irse al extremo, transmite un mensaje de pesimismo, mientras fomenta la depresión colectiva.

Creo que a Danilo Medina y sus asesores se les fue la mano al decretar un cierre de banda al respecto, ya que se pudo ser mas flexible sin promover  el gasto desmedido.

Navidad implica una simbología profunda y marcadora, en particular y muy especialmente, en las mentes de los niños y niñas.

Incluso, a familias que atraviesan etapas de duelo que se cruzan con las fechas de Navidad se les recomienda interrumpir las tradiciones que regularmente cumplen, como colocar arbolitos y decorar, cenar reunidos, escuchar villancicos e intercambiar regalos.

Resulta que tales prácticas implican momentos trascendentales en la formación de los infantes, cuyas mentes en desarrollo tienen mucho lugar para la fantasía.

En consecuencia, quitarles abruptamente la Navidad a los niños puede derivar en daños a veces imperceptibles a ese sector de la población.

Para ampliar este concepto, en lugares donde se producen grandes tragedias con costos altísimos en cuanto  a perdidas humanas y económicas, una de las principales directrices es asegurar que los niños sobrevivientes mantengan un ritmo de vida los mas parecido posible a lo normal.

Ello implica que los niños desarrollen como de habitual sus rutinas de juegos, estudios y recreación.

En cuanto a los adultos, está claro que los habitantes del país en general, y los trabajadores en particular, en este caso los del sector público, tienen derecho a la diversión, que es un componente fundamental del estado de bienestar.

La salud integral no solo estipula un individuo libre de enfermedades, sino con acceso pleno a la diversión, el conocimiento y la socialización con sus semejantes.

Por tanto, asumo que no es preciso cancelar las fiestas navidadeñas en las entidades estatales, y que para cónsonos con la intención de enviar un mensaje de sobriedad desde el gobierno, bien se puede reformular sus costos para reducirlos.

Igualmente, el Gobierno Central haría muy bien si se decide a montar aguinaldos en los barrios y principales puntos de atractivo de las ciudades del país, que por supuesto estarían adornados con alegorías navideñas.

Esta temporada, y sobre la base de los efectos negativos de la
prohibición de las fiestas, en las oficinas se siente la ausencia de los intercambios de regalos o “angelitos”, piscolabis, jengibres, y en general de la alegría contagiosa que caracterizan estos tiempos.

En cierta medida, hasta el turismo percibe el déficit de entusiasmo, al no ver nuestros visitantes extranjeros y dominicanos ausentes los edificios públicos y monumentos adornados de luces y guirnaldas.

Seria penoso que el gobierno de Danilo Median deje la impronta de socavar, aún fuera con sana intención, el espíritu de la Navidad.