Joseph Cáceres

Es sorprendente la cantidad de artistas criollos en ciernes y establecidos que le han caído como los pavos al tema Gangnam Style, del  coreano Spy, un verdadero fenómeno de popularidad en YouTube, que dificilmente su creador pueda replicar.
Un video que desde cualquier óptica de observación y acercamiento no resiste un simple análisis, pero que ha tenido la virtud especial de congregar a una colectividad de seguidores amorfos y de gente que se deja seducir por los encantos de este moderno Flautista de Hamelín.
En buena filosofía aristotélica, ello no es más que la "mimésis de la acción" resultado del vacío de contenidos que la humanidad está viviendo en estos tiempos de banalidad, donde los discursos importantes no tienen cabida. y los fruidores se entregan con facilidad a la distensión, atraídos por valores anagráficamente inexistentes.
Gagnam Style posee sin duda elementos subyacentes, hasta cierto punto indescifrables, imposibles de colegir en el complejo juego de la concatenación colectiva que ejerce.
Lo colectivo, ejerciendo un contagio del que al parecer  no puede resistirse la individualidad en el mundo de mutantes que estamos viviendo.
A todos los que se han montado en el caballo del Gangnam Style, les puedo asegurar, que dificilmente podrán avanzar al trote, mucho menos al galope, porque sin dase cuenta, en verdad lo que han hecho es subirse en el corcel de Don Quijote. Y no creemos que Rocinante sea una montura adecuada para estos tiempos, donde ya no se usan los molinos de viento.
Puro fetiche, que plantea una absorción un tanto snob y una carencia de autenticidad que pone de relieve las falencias de un conglomerado artístico sin brújula y sin norte, que se distancia y se evade en una dimensión que le lleva a un absurdo neocrepusculismo, en el afán desmedido por replicar la casualidad de hallar más posibilidades a un éxito inesperado.
Vano intento de tomar por asalto la sensibilidad colectiva, sin ni siquiera buscar vías alternativas, que les permita ofrecer al público una fruición musical gastronómica auténtica, consistente y saludable, por aquello de que resulta más fácil vivir parasitariamente del éxito de la canción ajena.
Es la homogenización del gusto colectivo y una ecletorización de  bajas exigencias  donde ni siquiera hay la intención de contrariar la pereza.