Desde abajo,
como vecina
Si yo no fuera yo, y, como vecina, me oyera desde
abajo, hablando con él, me diría qué contenta estoy de no ser ella, de no sonar
como suena ella, ni tener la voz que tiene, ni expresar esa opinión. Pero
no puedo oírme desde abajo, como vecina, no puedo oír cómo no debo sonar, no
puedo alegrarme de no ser ella, como haría si la oyera. Entonces, como sí
soy ella, no me pesa estar aquí arriba, donde no puedo escucharla como si fuera
una vecina, donde no puedo decirme, como tendría que hacerlo desde abajo, qué
contenta estoy de no ser ella.(Lydia Davis)
PEGGY McBRIDE
Me escribe la pelmazo de Peggy McBride, me escribe todos los días, me
escribe a todas horas, no me deja tranquilo ni un segundo. Y yo le digo
que no estoy, que vivo en otro país, que no leo sus cartas, que el papel
lo reciclo para hacer cuadernillos de recetas de cocina. Le digo que me
he enrolado en un paquebote y que estoy en los Mares del Sur, que no
tengo dirección fija, que voy de puerto en puerto, que no existo. Pero
ella no me cree y me sigue mandando toneladas de declaraciones
incondicionales de amor.
¡Ay, estas chicas de pueblo viajeras que se enamoran de nada! Todas estas Peggiesmcbrides que nos persiguen, descienden de remotos fabricantes de whisky clandestino de los alambiques de Winesburg, Ohio, y aunque están rozagantes y son hermosas, andan por ahí todavía con sus trenzas y con sus enormes nalgas sonrosadas que desprenden demasiada salud por todos los poros, a pesar de esa genealogía de alcohólicos que arrastran en sus genes, de antepasados celtas que sólo hablaron gaélico y que visten ahora con mono de peto azul desleído, y son callados y secos como el cuero, y guardan inconfesables secretos, y tienen los ojos de un color añil tan triste e intenso que, ni ellos, ni sus descendientes sirven para escribir cartas de amor. (Juan Yanes)
¡Ay, estas chicas de pueblo viajeras que se enamoran de nada! Todas estas Peggiesmcbrides que nos persiguen, descienden de remotos fabricantes de whisky clandestino de los alambiques de Winesburg, Ohio, y aunque están rozagantes y son hermosas, andan por ahí todavía con sus trenzas y con sus enormes nalgas sonrosadas que desprenden demasiada salud por todos los poros, a pesar de esa genealogía de alcohólicos que arrastran en sus genes, de antepasados celtas que sólo hablaron gaélico y que visten ahora con mono de peto azul desleído, y son callados y secos como el cuero, y guardan inconfesables secretos, y tienen los ojos de un color añil tan triste e intenso que, ni ellos, ni sus descendientes sirven para escribir cartas de amor. (Juan Yanes)
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