Joseph Cáceres

Muchos pagarían por ver tocar a Ramón Orlando y Bonny Cepeda juntos

Por Johnny Arrendel

En el mundo del deporte se utiliza con frecuencia el término “matchup”, o “emparejamiento”. Como gancho para concitar la atención del público, sobre todo en el baloncesto.

Se trata de vender como atractivo la oportunidad de ver competir de frente a dos grandes figuras de equipos distintos, que se desempeñen en la misma posición, o que tengan perfiles similares o contrastantes.

Naturalmente, esto se puede extrapolar al campo artístico, en particular, en la actuación, la música o el humor. Ha sido un recurso recurrente en este país, sobre todo en fiestas populares o espectáculos de solistas, con el consabido: “juntos, por primera vez”.

Pero creo que ha faltado iniciativa y creatividad en los productores y promotores que ya casi no sorprenden con sus formulas, cuando bien pudieran motivar con ofertas que nunca explotadas, aunque están bien a la vista.

Por ejemplo, no he visto que alguna cartelera ofreciera emparejar a las dos únicas mujeres dominicanas que asumen con propiedad el rol de lideres merengueras, Millie Quezada y Miriam Cruz,  pero no alternando en sets de bailes, sino subidas en un mismo escenario o tarima.

Si se quiere enriquecer aún más un eventual encuentro de esta envergadura, añádanle a Fefita la Grande, una exponente que nunca podrá quedar pequeña ante otros, por sus condiciones extraordinarias.

Pero entre muchas otras recetas que podrían movilizar flujos de gente que pague entradas por un show, se nos ocurre plantear un desafío entre los dos pianistas y arreglistas más vanguardistas que han brillado en el merengue, Ramón Orlando y Bonny Cepeda.

Ellos comparten la realidad de que se destacan no solo como orquestadores e instrumentistas, sino como compositores, directores y vocalistas.

En las redes, encontré por casualidad este video aficionado, que sin un sonido excelente, da una idea de lo que podrían generar emparejamientos bien estructurados entre los mejores artistas dominicanos.

Estos portentos,  improvisan en un debate “a dos pianos y cuatro manos”, sobre una pieza de latin jazz.