Joseph Cáceres

ARTE NACIONAL
Por Jospeh Cáceres
josephcaceres89@gmail.com

"LOS OCHENTOSOS"

El decenio de los ochenta, del pasado siglo, se tiene como la época de mayor esplendor y auge del merengue.
Por igual fueron los años de mayor efervescencia en la radio, con un predominio de la música hecha por artistas dominicanos, de todos los géneros, pues hasta los solistas y baladistas criollos encontraban espacio para la difusión de sus discos.
En la televisión, canales como Color Visión y Teleantillas, proyectaban lo mejor del talento artístico dominicano en su programación.
La vida nocturna era intensa, con presentaciones artísticas y bailables a diario, en night clubs y discotecas, donde se podía encontrar un pequeño pedazo de Paris y Las Vegas, con las espectaculares revistas musicales de Héctor de San Juan en el night club Lafuente del hotel Jaragua.
El merengue atronaba en los bailables cualquier día de la semana, y en el ámbito internacional se disputaba con la salsa los grandes escenarios del mundo, como el Radio City Music Hall, Madison Square Garden, Lincoln Center,  de Nueva York, Teresa Carreño en Caracas, Coliseo el Campin de Bogotá, y muchas grandes salas en Europa y otras latitudes.
Los músicos propulsores del género le acreditaron colores que dejaron tan marcada la época en lo musical, que luego de ese período, nada ni nadie más ha podido superarla.
Es tan así que han surgido de ella los llamados "años dorados" con los que se convoca a la nostalgia.
Pero de igual modo una expresión con la cual algunos se refieren a esos años de manera despectiva.
Para menospreciar, descartar, y descalificar los trabajos con algún "color o sabor" a esa época, ahora se le califica de "ochentoso".
Y aunque al principio esa no fue la intención, con esa palabrita se le falta el respeto a quienes hicieron de esa época, la mejor y más brillante en la historia de nuestra música.
Si bien es cierto que los tiempos han cambiado, y hoy día predominan otras corrientes y preferencias en los estilos de la música, en modo alguno se puede admitir que se establezcan  criterios comparativos, en los que se menosprecia el glorioso pasado en aras de resaltar como bueno y válido lo que se está haciendo en el presente.
Pongamos cada cosa en su lugar, pues ya quisieran los hacedores de tantos adefesios del presente, alcanzar la cuarta parte de la calidad y el realce que hubo en la música de los ochenta.
La inversión de valores no puede ser más atrevida.