Joseph Cáceres

Cada vez que se acomete el tema de las drogas en el arte, se genera una "campañita" de gente que por lo visto se molesta, y que de alguna manera quisiera que todos nos calláramos, o que fuéramos cómplices de los sucios manejos que innegablemente hay en la farándula.
Programas de televisión que se han montado con dinero lavado.
Cantantes urbanos y orquestas que siempre han vivido de conocidas "lavanderías".
Fregatrices que hacen de pantalla como presentadoras de televisión.
Y gente que, aparte de Jimmy Bauer y Martha Heredia, están en observación porque se cree que también operan como "mulas".
Es lógico que cuando "la maquinaria" se siente amenazada, de alguna manera accionan tratando de acallar y amedrentar a quienes tienen la valentía de denunciar el mal. A veces accionando aviesas campañas sucias para tratar de desacreditar.
Vano intento cuando alguien ha enfrentado los aparatos de represión más temibles que pudieran imaginar en los llamados años de "democracia", en una época de efervescencia y de lucha revolucionaria, sin importarle ir a la cárcel, por haber sido gestor de células artísticas en el seno del pueblo. Que cuando estuvo en Suramérica mantuvo por igual la misma actitud en las escalpadas montañas de Manizales, Colombia, mientras algunos amigos, testigos de ese tránsito, se acobardaron y se negaron a dar el paso al frente.
De ello no quisiéramos hablar mucho, porque forma parte de una etapa existencial que con el tiempo se juzga como la expresión de una rebeldia propia de la juventud. Aparte de que no acostumbramos a mezclar asuntos políticos con nuestra accionar en el arte.
Con ello sencillamente queremos dejar claro que no tenemos miedo.
Cuando tú has vivido la experiencia de que las narices se te han tupido por el olor de la pólvora, los revolvitos de "mito" de muchachitos faranduleritos, te saben a palomitas de maíz, a cocaleca.