Joseph Cáceres

El Viva Trujillo de Anthony Santos en medio de su actuación en El Soberano, como ya se ha dicho, acaparó la atención de la opinión pública, generando una controversia que aún cuando el artista ha pedido excusa por la misma, los giros de las cuchillas de la batidora no se han parado del todo.

Otra de las frases célebres de Anthony Santos aunque en menor escala, ha sido motivo también de controversia.

El clásico ¡quiero rabo!, dicho a todo pulmón en medio de un ceremonial para exaltar lo mejor del artista dominicano, y en una sala creada para exponer las más excelsas manifestaciones del arte, aún cuando lo popular haya sido aceptada en la misma.

Dicen que el ¡Quiero rabo! molestó a las rancias damas de la sociedad que se encontraban en el teatro, lo que a su vez ha sido celebrado por aquellos, que como resultado de sus carencias de educación y bienestar, guardan en su zurrón su desprecio hacia la denominada "clase alta". Se quiere desviar el tema, entonces, a una confrontación de clases.

Por eso hay gente que le aplaude y celebra a Anthony Santos su grito de !Quiero rabo!, una expreción que por más que se le quiera disfrazar, empolvar y maquillar, tiene por todas partes una connotación grosera.

En el lenguaje coloquial y popular, "el rabo" es uno de los tantos "alias" que se le ha dado a las partes pudendas femeninas, no nos llamemos a engaño. Ello no merece discusión alguna

Desde ese plano no hay duda  de que con la misma se cae en lo grosero y vulgar, sea en el Teatro Nacional o en un "cars wash". 

Pero vayamos a la otra vertiente del doble sentido...

El rabo en términos gastronómicos ocupa una escala muy baja si se le compara con otras partes más privilegiadas de la res.

Difícil es encontrar en un restaurante de lujo un plato a base de rabo, que junto al mondongo y las paticas, forma parte de las comidas que se hacen en base a los denominados "desperdicios cárnicos", aunque en realidad nadie los desperdicia en la carnicería.

Y que conste, no negamos que dependiendo de su preparación, alcanzan niveles exquisitos, pero como ya hemos dicho, son propuestas reservadas para los restaurantes típicos, donde el que acude sabe a lo que va y lo quiere.

Se imaginan ustedes a una reina de  belleza invitada a cenar a un restaurante de lujo, y que al mirar la carta le pregunte al camarero que si no tienen en el menú un "rabo encendido"?.

Algunos dirán que no hay que criticarle su gusto, pero... está fuerte.

Ya Zorro vivió la experiencia una vez que quiso apadrinar a una candidata a reina de belleza en representación de  Santiago. La llevó a una entrevista a Merengala en el canal 4, y al salir del programa la invitó a cenar a un restaurante italiano. La bella candidata no quiso…Prefirió el lugar de expendio de comida rápida que está a una cuadra del canal en la San Martín, que vende en una vidriera, donde la chica  llenó una funda de tripitas, cadenetas, entresijos, bofe, yuca y guineitos. ¡Ofrézcome!. Aspirante a reina de belleza...

Por un asunto  de cortesía hubo que celebrarle su apego a lo "típico y tradicional"... "su amor por la comida criolla", como digna representante de "lo nuestro". Pero no podemos negar que también estuvo "fuerte". No en vano el célebre "filósofo popular" Blas Durán decía en uno de sus temas plebes que "la mujer que come salchichón de noche no sabe el animal que se está comiendo". Por lo demás, dicen que una bella chica que se "abrocha" un menú así, de noche, es capaz de cualquier cosa…

Volviendo a  Anthony Santos, si cuando dice ¡Quiero rabo! se refiere al guiso que se hace con la parte más posterior de la vaca, que algunos sitios preparan con una presentación muy bonita, debemos decir que "aunque el rabo se vista de seda, rabo se queda".

Y vamos a hacer como Blas, ya comiste y ya te vas...