GHB, la droga de las violaciones
«El sexo puede ser una droga y es cierto que en ocasiones las drogas pueden ser como tener sexo contigo mismo (o con el universo). A veces el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría… Las sustancias más aptas para entrar por la puerta secreta al palacio… Sabiduría popular y química de vanguardia se combinan para sintetizar la llave».
Este es el texto que encabeza una página web en la que se vende drogas de síntesis. Es como un supermercado del asunto, en realidad: LSD, GHB, MDMA, MDA, éxtasis, cristal; incluso cianuro, heroína, hachís... Y sigue: «Realizo entregas inmediatas, hago envíos las 24 horas. Cantidad limitada, sin complicaciones aduaneras. Entrega inmediata. Seguridad. Honradez. Rapidez». Casi nada.
El negocio montado en torno a estas sustancias también tiene su propio perfil de mercado. Centrémonos en una que preocupa especialmente a la Policía, debido a las consecuencias de su consumo. Hablamos del GHB (gamahidroxibutirato), conocido como la droga de las violaciones.
Es una sustancia que se consume en pequeñas ampollas o biberones, sobre todo en locales de ambiente gay. Las dosis vienen disueltas en soluciones salinas. Quienes la utilizan para asaltar a sus víctimas, echan el GHB en bebidas alcohólicas. «El que lo toma pierde la conciencia y la voluntad», explica un mando policial. Luego, cuando se quedan solos, el ladrón desvalija a su «ligue» o en ocasiones incluso lo agrede sexualmente.
Colectivos homosexuales vienen haciendo campañas de concienciación acerca de los efectos y peligros de esta droga sintética, también de otras muy consumidas por Chueca, como el popper o la ketamina.
Hace unos meses, la Policía Nacional detuvo en ese barrio del centro a dos italianos que vendían drogas a pequeña escala, las 24 horas del día. Los encartados compartían un piso, donde comercializaban con éxtasis, marihuana, cocaína, Viagra y GHB, tanto en polvo como líquido.
El agresor de Chueca
El caso más reciente de agresión sexual por narcóticos y similares tuvo lugar hace aproximadamente un mes en la misma zona del centro de Madrid. La Policía detuvo a un marroquí que se «camelaba» a otros jóvenes utilizando su atractivo físico en conocidas discotecas del barrio.
Luego, se iba con ellos a su casa y allí, tomando una copa, les drogaba. Las víctimas perdían cualquier tipo de noción y varias de ellas sufrieron violaciones en toda regla. A todos les desvalijó su piso. Hasta que una amiga del último agredido sospechó, acudió a la casa y vio al sospechoso. Avisó a la Policía, que pilló al marroquí escondido en un armario. Cuando le sorprendieron, no dudó en golpear a uno de los agentes, en un vano intento de escapar.
Este ardid ha sido utilizado en los últimos años en otros ambientes. Casos similares se han dado en clubes de alterne, donde los clientes han sido drogados por prostitutas.(ABC)
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NIURKA BAEZ,
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