Joseph Cáceres

Por Juan Colón

Tuve el inmenso placer y privilegio de conocer a un excelente músico nuestro con profundos conocimientos y respeto por sus anteriores modelos a seguir, responsables de su formación musical.

Admiraba profundamente a Catarey y Cachú (tamborero de Rafael Solano), absorbió  las sutilezas de ambos exponentes,  y las aplicó de manera magistral a su estilo.

De esta forma logra una hermosa musicalidad en su instrumento principal, la tambora, y deja unas huellas de gran profesionalismo en cada grabación en que participaba.

Ya lo conocía por referencia de sus trabajos, hasta que nos encontrarnos en los estudios de grabación en trabajos con diferentes agrupaciones en la ciudad de New York,  donde con el tiempo llegamos integrar el “Dream Team”, como llamaba Henry Jiménez a su equipo de trabajo.

Puse mucha atención a su manera de tocar el instrumento y el sentido de responsabilidad para lograr sentirse satisfecho de hacerlo, con gran precisión, sonido impecable, excelente métrica y un balance poco común en los tamboreros, algo muy difícil de lograr en ese elemento.

Su versatilidad como tamborero le llevó a convertirse en uno de los más cotizados en Nueva York, dotado de un gran sentido folclórico, consigue fusionar dentro del ritmo sus conocimientos de las tradiciones, y crea una amalgama de patrones bien articulados.

“Ramito”, es persona extrovertida, con gran sentido del humor, pero notaba que a la hora de grabar entraba en un ligero momento de silencio, donde se aislaba de toda conversación, como si estuviera entrando en sí mismo para comunicarse con su alma y su instrumento.

Dotado de gran humanismo, abre las puertas de su alma para un momento de conversación con cualquiera de sus compañeros y siempre dispuesto a dar lo mejor como ser humano.

Impresionante ser,  lleno de respeto, dignidad, integridad y sueños. Uno de sus más grandes desafíos era lograr ser un profesional a carta cabal y hacer su trabajo con el mayor esmero posible.

Ahora,  Ramito no suena más su tambora, la cambió por otro de sus anhelos: lograr trascender en el mundo de los negocios del espectáculo, llegar a convertirse en un manager de mucha demanda.

En mi alma,  prefiero recordarlo como el compañero  de gran musicalidad, enamorado eterno de su instrumento, de la música bien hecha y orgullosa de sus raíces.

Como parte del impresionante equipo  que fuera el  Dream Team, te pedimos seguir  alimentando tu espíritu con el instrumento que te llenaba de orgullo y bienestar, sabiéndote respetado y admirado por numerosos jóvenes que incursionaban en el fascinante mundo de la música profesional.

Un abrazo del alma mi viejo amigo, hermano del pentagrama, siempre tendrás en mi un eterno admirador del arte de tocar una tambora. No pude encontrar una foto con tu instrumento.