Joseph Cáceres

La mediocridad y el mal gusta campea por sus fueros y nos arropa.

Nunca como ahora se había sentido con tanta intensidad y virulencia la carga de la gente carenciada de educación y buen gusto.

Ello va desde la "peccata minuta", hasta  la "summa cum laude" de las barrabasadas imaginables.

Se quiere tomar a los pobres y a la gente de la calle como estandarte del mal gusto, y sin embargo hay otros sectores sociales y profesionales que sencillamente dan pena.

Abogados, doctores, ingenieros, empresarios, políticos, funcionarios del gobierno, legisladores, altos militares, que arrastran sus miserias y carencias ancestrales, aún cuando han transformado  su situación económica, porque como dice el refrán, aunque la "mona se vista de seda, mona se queda".

Mientras más profesionales son en una determinada actividad, más patanes e incultos.

Los nuevos ricos, son  los más atorrantes y groseros de todos los incultos, pretendiendo cubrir sus deficiencias con parches de ostentación y a base de dinero.

En fin, vivimos  en un país de mucho atraso en el plano educativo, con expresiones de mal gusto que rayan en lo patético y patológico, en algunos casos.

No en vano el fenecido Freddy Beras Goico alcanzó tanto éxito con el célebre personaje de Morrobel, un espejo en el que muchos se vieron y hasta rieron.

El problema es que la mayoría de la gente no se da cuenta de su mal gusto.

Qué hacer para identificarlos o como alerta para que de algún modo lo vean?.

He aquí una  primera lista que refleja niveles de mal gusto, algunas de ellas reiteradas, pues la hemos publicado en otras ocasiones.

Adquirir o construir una mansión en Arroyo Hondo, y al momento de decorarla o amueblarla, usar colores que la conviertan en la gran carpa de un circo, o crearle tan diferentes ambientes (una sala china, otra árabe, un ambiente europeo y otro africano) que la colcoa a nivel de un estudio de cine  con diferentes escenarios y locaciones.

Comprar una pintura abstracta sólo porque es "cara" y colocarla al reves en la pared de la casa.

Ir a un restaurante y pedir un costoso plato a viva voz, para que en todas las demás mesas lo escuchen.

Comprar un Rib-Eye o un Sirloin Angus en el super, para luego guisarlo en la casa con ajo, cebolla, recaito, ajies, sal, orégano y sazón al que le dicen "sopita".

Adornar un carro "premiun" (Mercedes, Audi, BMW, Volvo) con spoilers, luces de neón en el piso, bombillas que prenden y apagan y un letrero que diga "Llegó el papi de Nylon" o "Llegó la Negra Pola", como los que se colocan en los cristales de los camiones plataneros, donde los choferes siempre están "tirando puyas".

Ir a misa, y en el momento en que el monaguillo o el sacristán pasa por la sala recogiendo la limosna, usted sacar la cartera y ponerse a contar papeletas de dos mil, de a mil, de a quinientos o de cien, para que todo el mundo lo vea, y al final donar una moneda de cinco pesos.

Otra expresión de mal gusto se da cuando usted se permite colocar letreros en su ropa, como si fuera una valla o un periódico. Ni siquiera las marcas y sellos distintivos de los diseñadores de la ropa se deben permitir que sean de un tamaño exagerada. Sería pagar para promover a otro.

Es de mal gusto dañar el sabor de una bebida añeja "premiun", mezclándola con refresco de cola y jugo que le matan el bouquet y las características por las que son más caras que otras.

Comprar un vestido costoso, unos zapatos caros, cartera de marca, accesorios y prendas de gran valor, pero que ninguno combinan, haciendo parecer a quien lo usa como una figura de carnaval que se cayó de una carroza en un desfile.

Ir a una discoteca y formar una montaña con botellas de Blue Label, para que todo el mundo vea lo que se está gastando y bebiendo, como han hecho algunos peloteros de Grandes Ligas en los lunes del Jet Set.

Comprar los servicios sexuales de megadivas y presentadoras de la televisión, y luego hacer ostentación en reuniones de amigos, para que vean que usted es "un duro".

Colgar en el espejo retrovisor de un automovil de lujo un "pinito aromático" como si fuera un taxi o un carro público.

Instalar un potente equipo de músico en el carro , y recorrer la ciudad  con el baúl abierto, lleno de bocinas a todo volumen, como si fuera una discoteca ambulante.

Las mujeres que en los moteles piden un chicharrón de pollo y una cerveza, sin saber que en esos sitios y circunstancia esa es una "comida de cueros".

Llevarse comida de los "buffets", dizque "pal' perro", lo que ya es un recurso de lambonismo muy viejo y gastado.

Acudir a una reunión donde usted ofrecerá sus servicios como manager, consejero, estratega, prometiendo alcanzar la cumbre del éxito, y al final del encuentro pedir que lo lleven o que le den para pagar el taxi.

Sudada o mojada, proyecta mal gusto y poco recato.

Pintarse como alguien de éxito ante los demás, y estar pidiendo un minuto para hacer una llamada o que le den dinero para pagar una tarjeta de llamadas. ¡Qué exito es ese, pidigueño!

Llenar en el buffet  el plato de comida que usted no se va a comer.

Colocarse de "vigilante" al lado del buffet cuando todavía lo están montando y falta mucho para dejarlo abierto.

En el plano periodístico farandulero, pedirle para "el pasaje" o "la gasolina" al organizador de la rueda de prensa.