Joseph Cáceres

Desde Madrid, España

Mis saludos más cordiales para usted y todos sus lectores.  Le escribo con el interés de solicitarle que por favor escriba más sobre  los hechos históricos del arte dominicano, que tan buen dominio usted hace en ocasiones en la página de Merengala. Usted aporta unos datos que uno no encuentra en otra parte, y por ello le pido que escriba con mas frecuencia sobre los hechos y acontecimientos de la historia del arte dominicano.

Soy hija de un locutor que decolló en los años 50 que falleció cuando yo era una niña, y me he quedado con la fascinación de esa época.

Con sentimientos de gran aprecio,

Marina Collado Febles,

Madrid, España.

Agradecido

Zorro,

Me siento muy honrado cuando tu publicas mis comentarios; esta es la segunda vez que lo haces.

Solo puedo decirte: gracias, muchas gracias.

¡Qué los próximos 365 días, y todos los que vengan, sean de mucha prosperidad!

Andy Barreras.

Desde Portland, Oregón
Estimado Sr. Cáceres:

Soy muy asidua  seguidora y lectora de su página de la  Merengala, y he dedido escribirle para desahogarme sobre un punto del que se habla mucho.
Resido en los Estados Unidos, soy estudiante de Hight School, pero en las trabajo en un bar de entretenimiento para caballeros, categoría VIP, que es Spyce Gentleman's Club, en Portland, Oregon, a sus ordenes.
Hago mi trabajo como cualquier otra profesional, sin que nadie me esté señalando, ni maltratando, ni tomándosela conmigo, pues aquí vivimos bajo leyes que nos protegen.
Le doy todos los datos, porque no me averguenzo de mi trabajo que para mí es una profesión como cualquier otra. Quiero decirle que me molestan los prejuicios que existen en Santo Domingo, con las mujeres que trabajan en lugares de alterne, o que bailan en las barras, pues para la gente somos todas prostitutas.
Me fui de Santo Domingo, porque es un pais de gente muy atrasada, que no tienen le mente abierta, el "open mind" como decimos aquí, con las mujeres y hombres que solo viven criticándonos, pero que hacen cosas peores en sus casas y en la calle.
Usted me perdona, señor Joseph, pues sé que usted no es de esa gente y no lo puedo meter a usted en el mismo saco, pero me molestan como hablan muchos de las mujeres que como nosotras  trabajamos honradamente como bailarinas profesionales en clubes para caballeros, sin pensar que muchas tenemos hijos y esposo, y que hacemos el baile como profesión.
Lei en su página una persona hablando mal de las mujeres de los bares, con una desfachatez y una falta de respeto que me molestó mucho, y que me ha llevado a escribirle esta carta.
Espero no ser con esto inoportuna, Sr. Cáceres, que Dios lo bendiga y lo protega siempre, porque usted es un hombre de bien.

Canela,
Portland, Oregon