Si esto sigue como va, cuando usted tenga la suerte de llenar una solicitud de empleo, oportunidad que hoy escasea, podría encontrar una casilla donde aparezca la pregunta: “¿Cuánto quiere usted pagarle a la empresa?”. Es decir, el empleado es quién tendrá que pagar al empleador. ¡Ay mi madre!, uno sólo piensa en los cientos de miles de estudiantes que están cursando una carrera para hacerse profesionales.
Para que no vaya a repetirse la Guerra Fría, que siempre estuvo caliente hasta que llegó la Perestroika, sería bueno que Obama y Putin se junten, pidan que les preparen cuatro hamburguesas y ambos que destapen una buena botella de vodka, con dos megadivas de las de aquí atendiéndolos, ya sea en el Kremlin o en el Salón Oval. Claro, que la vodka sea de la buena, no de algunas que nos llegan por aquí, que si usted se la echa a su carro arranca con más potencia que con la gasolina que regularmente utiliza.
A la verdad que a la humanidad le llegan cosas. Aparte del dengue, la malaria y otras pestes, ahora tenemos la chikungunya, nombre muy difícil de pronunciar, y que más que el nombre de un virus, parece el de un gran jefe de una tribu del África, de ésas que aparecían en los paquitos de Tarzan de los Monos. Si a un dominicano, de esos que son haraganes con el lenguaje, le preguntarán sobre la enfermedad, se referiría a ella como: “la vaina esa que ´tá dando ahora”.
Cada día, algunas chicas que tienen la oportunidad de tomar un micrófono en las manos, sorprenden con palabras mal pronunciadas (o que no existen), con oraciones mal elaboradas y metidas de patas que hacen que hacen sentir vergüenza ajena. Claro, habría que preguntar si para esas chicas es necesario hablar bien y aprender con el fin de permanecer en los medios de comunicación.
Fui a una heladería con los herederos de los problemas y al escuchar el precio total de los helados, recordé cuando con cinco centavos usted degustaba una rica barquilla de los helados Capri, Frigor y Nevada. Es cierto, hace mucho, pero asombra que con lo que podrían costar cuatro helados de algunas marcas, quizás décadas atrás usted resolvía el pago de alquiler de un apartamento o vivienda aceptable, o pagaba el pasaje ida y vuelta a Nueva York y le sobraba algo.
No hay nada más valioso que la vida humana y la de cualquier persona tiene valor. Hace unos días una dama desconocida fue obligada a convertirse en heroína. Germania Francisca de Vásquez (Nathali) mató a uno de dos asaltantes que fueron a su salón a saquear y a robar. Ahora bien, ¿entre la vida de Germania y la del delincuente, con cuál usted se queda?.
Provoca risa cuando las entidades que tienen que ver con el transporte exhortan a los ciudadanos a respetar las leyes de tránsito, porque muchas veces quienes las violan son las mismas autoridades. Así, no es raro que usted vea una grúa de la AMET atravesando un elevado con algunos de sus miembros encima del vehículo muertos de la risa. Ni hablar de ministros, militares y agentes policiales, que son los primeros en burlarse de los ciudadanos, violando ellos las normas de tránsito.
La vida de Germania vale mas que la de los delincuentes esos.
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