El sabor de la música: ¿Gourmet o picalonga?
Por Carlin Carlos Soriano
En días pasados, como parte de mi entretenimiento diario de buscar el consuelo de la lectura en momentos de tanto “desconcierto social”, hacía una revisión de ciertos apuntes que realizara el El Dr. López Quintás, catedrático de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, a cerca de “La enseñanza de la ética a través de la lectura de grandes obras literarias”.Como una cita interesante de estos apuntes, el refiere lo siguiente:-“ En el momento actual, ninguna tarea más urgente que la de poner en forma métodos eficaces para instruir a jóvenes y adultos en las cuestiones básicas de la ética. Esta instrucción ha de realizarse de tal forma que los destinatarios de la misma se sientan respetados en su libertad y, al mismo tiempo, dotados de pautas de interpretación suficientes para estar orientados ante las diversas encrucijadas que encuentran en la vida. La formación verdadera consiste en disponer de poder de discernimiento, y éste sólo se alcanza si se conocen las leyes que rigen el desarrollo de la vida humana.
Otro de sus planteamientos venerables es el siguiente, que él describe con mucho acierto:
“Actualmente, los jóvenes se resisten a aceptar doctrinas por razón de la autoridad de quien las transmite. Sólo se muestran dispuestos a asumir aquello que sean capaces de interiorizar y considerar como algo propio. De ahí su aversión a toda forma de enseñanza que proceda o parezca proceder de forma autoritaria, llegando a determinadas conclusiones a partir de ciertos principios inmutables”. (Terminan las citas)
El poder de la música es capaz de influir de tal manera en la sociedad, que para nadie es un secreto que se constituye en molde de conducta, para todos aquellos que son persuadidos por el contenido de sus letras.
Ya hemos planteado y nos hemos hecho eco, de que los géneros urbanos actuales que son promovidos, carecen de sentido y contenido que redunden de forma positiva en las generaciones presentes.
Pero, hay una realidad muy nuestra esa música que cuestionamos verdaderamente es el reflejo de la pírrica formación de quienes la producen, porque no tienen el grado académico que les permita cambiar de proceder, y de manifestar sus inquietudes con mayor eficacia en su haber.
Consideramos que no se les puede vetar, ni podar sus alas de encumbrar sus sueños de progreso y empeño de mejoría de sus posibilidades económicas, a través de la expresión de su música, mas bien se les debe ofrecer “tutoría critica y constructiva” para que regeneren lo que están haciendo.
Nuestra existencia es que somos un pueblo con limitaciones en cuanto a la educación de calidad, que al fin y al cabo es la que permite que el desarrollo de nuestra cultura alcance superioridad y dejemos de ser “tageados o etiquetados” como un pueblo de chercha, de picalonga y de “ron pa’ to’ el mundo”.
Nuestra condición económica de país en “sub-desarrollo” y con políticas de indiferencias ante nuestra inminente necesidad de elevar nuestro grado escolar, es un mal histórico y necesario para quienes nos han gobernado desde siempre (sin excepciones de ningún color de partido y tendencia) con indigencia y bajo la conducción de nuestra inopia e ingenuidad para sus beneficios partidarios.
Meterle a Beethoven y/o a Chopin en la cabeza de un momento para otro a nuestros jóvenes, con la escasa accesibilidad a una alimentación adecuada, con unos salarios tan bajos que apenas permiten cubrir mínimamente el gasto de la canasta familiar...sería hablando coloquialmente “abrirles el pecho y fundirles el cerebro”.
Realmente toma tiempo, inversión de recursos y el empleo de políticas destinadas a ofrecernos una mejor suficiencia de vida que involucre un cambio de mentalidad y enriquecimiento de nuestros valores sociales y educativos.
En lo que el hacha va y viene, hemos de comprobar que mientras, habrán algunos que disfruten la 5ta Sinfonía de Beethoven, quizás la Sinfonía #40 en G menor de Mozart o tal vez el Danubio azul de Strauss, entre otras grandes piezas de la música clásica.
Indefectiblemente, como un señal de nuestra “idiosincrasia”, sobre todo en aquellos sectores marginados y desprovistos de “formación educativa” donde el pan de la enseñanza mas bien es un filete del aprendizaje, que cuesta sacrificio, dedicación y amerita subsidio estatal, muchos seguirán su vacilón al compás de las Chapas que vibran, La piña con moña, Cuélame e’te paquete, Ponme to’ eso pa’ lante, Dame del pollito y de postre su Palito de coco.
El menú musical es variado: Rico, fino, agreste y sabroso para todas las clases y los gustos…¿usted qué prefiere?...pídalo y sírvase, solo que en Merengala ¡no hacemos delivery!
Muy bien, tiene mucho sentido lo escrito. ENHORABUENA!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarTu sabes leer?
EliminarBuen Baboso!!!!
EliminarY tu sabes escribir pitagoras? ohhh
ResponderEliminarMuy buen articulo! Usted no puede esperar que una persona con una educacion baja o promedia de repente sea fiel seguidor del piano y el violin, si crecio escuchando reggaeton y perreando en party de marquesina.
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