Los dos que metieron a Pedro en el pozo...

“Dos locos con suerte”, una sabrosa locura

Anthony Rios y Sergio Vargas protagonizaron la noche del viernes 17 un extraordinario concierto donde pusieron de manifiesto porque son dos iconos del merengue y la balada. En un salon La Mancha del Hotel Barcelo Santo Domingo a toda capacidad y donde hubo que habilitar mesas y sillas hasta en los pasillos y pista de baile, estos ¨dos locos¨ dejaron en los presentes todas las espectativas satisfechas, al punto que obligaron a los productores a realizar una reposicion del mismo para el viernes 7 de noviembre.

Desde dos dias antes todas las localidades estaban vendidas y la demanda de boletas aseguraba una nueva funcion. Desde temprano las filas de personas en la entrada del Lina, el agitado mercado negro en el area de parqueo y un salon abarrotado por encima de su capacidad auguraba un exito rotundo del evento.

Al filo de las 11 de la noche sube al escenario Sergio con su banda. Su ya acostumbrado parlamento con el publico entre cancion y cancion y el desenfado natural con que aborda cualquier tema. Repertorio de exitos en baladas y un publico desbordante de entusiasmo a coro con el artista. Los animos comienzan a caldearse y Vargas llama a ¨su hermano de Villa¨a tarima.

Aparece Anthony Rios y la noche se viste de romance. Con muchas libras menos y mas potente voz, el ¨Señor Sentimiento¨ se adueña de los asistentes. Otra vez el carisma de este ¨gordo mas flaco´ desentraña recuerdos encontrados en lo profundo de corazones enamorados. Una tras otra sus canciones rebotan en las paredes del salon creando una noche magica. Entonces Rios llama a Sergio y comienza ´La Sabrosa Locura´.

Cuentos, anecdotas y picaras vivencias infieren las complicidades de largas noches, mujeres y vinos compartidos en las interioridades de sus fincas en la villa querida. Inspiraciones de Anthony cantadas por Sergio y situaciones de Vargas motivadas por Rios se suceden para llegar a ¨La Palabra Perdon¨ y ¨Como Es Posible¨, dos de las composiciones de ´el gordo¨ que grabara ´el negrito´ . A partir de ese momento la madrugada adquiere ribetes de fiesta al compas de merengue y termina con la gente bailando y tributando de pie un merecido homenaje a estos dos locos con mucha suerte.

Tienen cosas en común…
Los dos son artistas que viven del repertorio de éxitos del pasado y que no necesitan un disco nuevo para lograr vigencia en el mercado.

Ambos viven en Villa Altagracia, uno en el pueblo y otro en el campo.

Son dos artistas irreverentes y bohemios, con una filosofia de la vida que les permite desafiar el tiempo, y provocar el interés de la gente con sus peroratas, efluvio de la sabiduría popular, con la fórmula precisa para deleitar más allá de sus canciones.

No es casual que ambos hayan desarrollado la habilidad para conectar con la gente a través de la palabra y con el verbo hecho canción, lo cual, talvez sin proponérselo, se ha constituído en su principal fórmula de estrategia mercadeo.

Dos artistas emblemáticos, que han podido evadir los años y el tiempo, manteniendo una vigencia actual y permanente en el interés de la gente.

Se proyectan como dos locos, en su vída y en el arte, lo cual no es más que un convencionalismo para decir y hacer cosas que otros no se atreven a hacer ni decir.

Lo fuimos a ver a la sala del hotel Lina, a casa llena, en un concierto estupendo, donde disfrutamos del repertorio de éxitos de las dos figuras  que mejor han sabido representar la canción popular dominicana de ayer y de hoy.

Una verdadera antología de canciones, recreando historias, momentos, situaciones, sentimientos,  añoranzas...

Y qué bueno que así sea, en una época  en que los códigos que predominan generan una avalancha de ligereza e inmediatismo que amenaza con  sepultar el pasado preñado de riquezas moldeadas en los patrones convencionales de otros tiempos.

Y es que Sergio y Anthony constituyen una reserva de lujo,  con valores entrañables, que van más allá de los linderos de los diletantes impuestos por  la promoción  que hoy día  fabrica artistas "pret a porter", de efímera vigencia, incapaces de escapar de la categoría de figuras desechables.