Una mirada a las chapeadoras...

De Cleopatra a La “Chapiadora”

Por Orlando Holguín

Como mercadólogo y humilde observador ignorante del comportamiento social de este pedacito de tierra, siempre he dicho que en las diferentes actividades y quehaceres del ir y venir de la vida moderna urbana, hay algunas mujeres que vienen para ser gerentes de producto y otras para ser producto del gerente. 

La vida está harto difícil, y así como hay damas que no venden un solo poro de su piel, hay otras que están dispuestas, no sólo a subsistir, sino a vivir la dolce vita con un mínimo de esfuerzo. Criticable o no, es su vida, es su cuerpo y es su decisión.

Un nuevo término en el mercado del placer y del sexo aparece en RD: La “Chapiadora”. Hablemos claro, al pan, pan y al vino, vino. Para que haya chapiadoras, debe haber hombres dispuestos a dejarse chapiar, y los hay en todas las actividades: empresarios,  militares, políticos, viejos verdes, artistas, peloteros, herederos, etc. 

¿De qué es producto la chapiadora? No nos llamemos a engaño, no es resultado sólo de la televisión como muchos creen. Considero que la chapiadora existe desde tiempos inmemorables. ¿A lo mejor no fue Cleopatra una de las más antiguas? Miren a cuáles rangos les tiró, a los poderosos Cayo Julio César y  Marco Antonio, aun ella procedía de los Ptolomeo, una poderosa familia de gobernadores. 

Tomando en consideración el caso de la fea de Cleopatra VII y guardando la distancia, cabe preguntar: ¿Qué busca una chapiadora? ¿Dinero? Sí, pero también pienso que, además de dinero, busca poder. Poder y dinero van de la mano, y así llegan lujosos carros, suntuosos, viajes, por aire, mar y tierra, compra de regalos,  joyas, ropas caras, encumbrados palomares en lujosas torres, entre otros “pequeños” detallitos que logra la chica con un mínimo de esfuerzo y haciendo lo que haría con cualquier individuo que quizás no le aporte ningún beneficio calculable. 

Desde los siglos de los siglos, a muchas mujeres les llama la atención el poder del hombre. Circunscribiéndonos a éste y sin pretender acusarlas de chapiadoras, habría que analizar varios casos de sonoros nombres femeninos en cuya historia de vida el poder estuvo presente. Marilyn Monroe tejió una sombría historia al lado del poderoso Clan Kennedy. Era tan famosa como bella y se supone que ganaba buen dinero para le época. ¿Qué buscaba? ¿Acaso no era relacionarse con las más altas esferas del poder? Po supuesto, tomando en cuenta lo apuesto y elegante que eran y son los hombres pertenecientes a esta prestigiosa y trágica familia, no se puede descartar la atracción que pudo haber sentido la divina rubia,  sobre todo hacia el presidente Kennedy. 

Un caso relacionado, es el de viuda de JFK, la siempre deslumbrante (hasta los últimos días de su partida) Jacqueline Kennedy. Luego de pertenecer al entorno de la familia más poderosa de Estados Unidos, quizás no quiso, presumo yo, bajar de categoría de golpe y porrazo y se casó con uno de los hombres más ricos pero a la vez más feos del mundo: el excéntrico griego Aristóteles Onassis, con más millones para ese entonces que frasquitos haya en una farmacia y granos de arroz en un saco. 

Recordemos también el caso Carlos Menem-Cecilia Bolocco. El ex presidente argentino se encariñó con la ex Miss Universo chilena cuando ya debía estar considerando colgar los hábitos. ¿Era amor, cuando aparecieron luego algunas fotos de una supuesta infidelidad de “una” de los dos? (¿Entendió?)

Quizás usted pueda mencionar más casos que este humilde tirador de párrafos, pero mencionaré este otro. El de la difunta Victoria Lynn Hogan, mejor conocida como Anna Nicole Smith (EPD), que por cierto pretendió ser la sustituta de Norma Jeane Mortenson, (Marilyn Monroe). Esta situación es quizás un tanto diferente. Anna Nicole sabía que el longevo James Howard Marshall no levantaba el ánimo ni bebiéndose toda la existencia que tenía Pfizer de la milagrosa pastillita azul, por lo que supongo que la actriz y playmate pensó más en su futuro que en complacer en la cama al ancianito, cosa que  le hubiera sido fácil, pues hasta con una papilla y haciéndole el avioncito lo habría logrado. 

En fin, el tema está sobre el tapate, pero el nuevo término “chapiadora” se abre espacio y se sitúa como un elemento producto de la crisis de valores que afecta a las sociedades de todo el mundo. Mientras tanto, le dejamos a usted la pregunta abierta. La chapiadora, ¿es un reflejo de la degradación de la sociedad misma,  o solo un ejemplo de la vida fácil que quieren llevar algunas mujeres que no poseen una gran preparación, pero que saben que tienen otra forma de alcanzar sus  metas y objetivos personales?