LECTURAS DOMINICALES

Aerovías Quisqueyana

Ahí tienen uno de los  Lockheed Constellation  que era parte de la flotilla que operaba aquí Aerovías Quisqueyana en los años 60 y 70, la compañía aérea de Rafael Espada que viajaba a Puerto Rico, Curazao y Aruba.

Era un avión  de cuatro hélices con motores a pistón fabricado por Lockheed Corporation entre 1943 y 1958 en su planta de Burbank, California, según los datos  recabados.

Se fabricaron 856 aeronaves de este tipo, y era el equipo que operaba Aerovías Quisqueyana, que también volaba en  los Douglas DC. En sus últimos años tenían arrendado un Boeing 707 con el que viajaban a Miami, España y Roma  que era propiedad de Iberia 
Pero su fuerte siempre fueron los viajes al Caribe. 

El Constellation tenía un fuselaje con líneas de delfín, y fue utilizado como avión comercial de pasajeros, transporte militar y de carga.

Le corresponde el honor de haber sido el primer avión en ser designado como Air Force One, al ser usado por el presidente de Estados Unidios Dwight D. Eisenhower.

Se le tenía como el avión de hélice más seguro, pues nunca se caían.

Los pasajes a Puerto Rico en el país en los años de operaciones de Aerovías Quisqueya  se correspondían con el valor de la moneda de la época.

Recuerdo que llegué a viajar a la isla vecina pagando apenas 20 pesos por el pasaje, pues Rafael Espada le hacía una rebaja a los estudiantes, aunque el precio real no estaba muy lejos de esa suma, que hoy día ni siquiera da para pagar un carro del concho del transporte público.

A Estados Unidos hemos viajado desde niño, pues al ser hijo de un oficial del ejército, el consulado nortemericano lo visaba a él y a toda la familia sin ningún requisito. O sea, que no empezamos los viajes luego de que entramos a trabajar en la comunicación, como piensan algunos, sino que montarnos en un avión forma parte de nuestra cultura de vida y experiencia primaria.

Desde chiquito hemos tenido nuestro “coat” puesto, valga la acotación...

Un piloto dominicano

Pero siguiendo con Aerovías, las dueñas de tiendas  y boutiques del país viajaba a Curazao, Aruba y Puerto Rico a a proveerse de mercancía.

Venían cargadas de maletas llenas de ropa para suplir sus negocios, pues no era como ahora que solo permiten una maleta y un equipaje pequeño de mano.

Además siendo una línea dominicana, tenía el incentivo de que el viajero podía venir con varias maletas grandes sin problemas.

Imagínense,  Aerovías Quisqueyana fue butizada por el pueblo  como "la línea Cheíta", (comparándola con la famosa empresa de transporte que viajaba con las guaguas "tubito" al Cibao, con maletas de zinc en el techo, que cuando venían de allá traían chivos, puercos, y pollos amarrados en la escalerita trasera, embarrando a veces los carros que iban detrás, con lo que iban soltando).

Entre los pasajeros de Aerovías viajaban muchas mujeres sin glamour, con la cabeza llena de rolos, que se veían gordas, porque aparte de la ropa que llevaban en las maletas, se ponían varias piezas encimas para transportarlas.

En pleno vuelo, que duraba horas al ser un avión de hélice, no de turbinas a reacción, las mujeres se paraban a cherchar y hablar de ropa, enseñándose unas a otras lo que habían comprado, extrayendo mercancía de los bultos que tenían en los compartimientos de equipaje de arriba de los asientos.

Un verdadero mercado de las pulgas era lo que parecía la cabina del avión.

Como muchos deben saber, a los pasajeros se le distribuye por área en los asientos, para lograr un balance en el peso y el equilibrio, para la estabilidad de la aeronave. 

Y las mujeres en pleno vuelo paradas,  en los pasillos, y yendo de un asiento a otro para mostrar sus prendas, alterando el peso del avión de un lado a otro.

Recordamos que el piloto al ver en los instrumentos que había un desequilibrio en el peso del avión,  se levantó de su asiento, abrió la puerta de la cabina de tripulación y desde allí voceó a todo pulmón:

¡Mujeres del diablo, ustedes se han vuelto locas, y  quieren que este maldito avión se caiga!. ¡Siéntense ahora mismo, hija de su maldita madre!.

Nunca olvido esa salida del piloto, tan plebe. Imagínense, un piloto con el tigueraje dominicano.

Una señora de edad, muy elegante y enfirifollada, sólo atinó a murmurar: "Se lo voy a decir al señor Espada".

Las mujeres se sentaron huyendo, como por arte de magia, mientras yo encendí un cigarrillo Winston (se permitía antes fumar en los aviones), y me serví un trago de un litro de etiqueta negra (le decían Juancito el Caminador) que había adquirido en la zona franca por unos dolaritos que a la fecha estaban casi a la par con el peso dominicano. 

Y con todo y las dominicanadas del vuelo, el viaje tuvo un final feliz.