Un paseito por la paila de los dominicanos en Nueva York

El dominicano de Nueva York no “come cuento” con su “comía”

Si algo es apreciable y se evidencia con claridad antológica en el dominicano que vive en Nueva York es que le gusta comer bien.

Hablamos de la urbe en términos genéricos, pero el concepto abarca a todas las demás ciudades en los Estados Unidos.
El dominicano no se pierde en eso, y es como dicen en el argot popular "ñoño con su "comía".
Y aunque los que trabajan han adoptado el estilo de vida nortemericano de almorzar  el "lunch", y hacer la comida en la tarde, cuando terminan la jornada y regresan a casa,  el opíparo encuentro alrededor de la mesa familiar es de ley.

Hay que vivir la experiencia de llegar a un "building" del Alto Manhattan a partir de las 6:00 de la tarde o 7:00 de la noche, y subir a un quinto piso apies, no en el ascensor...

Los olores en cada estación o parada, resultado de la concentración de todo lo que se está cocinando en cada piso.
Un morito de guandule con pescado con coco en un piso, para luego toparse en el siguiente, con un cocido acompañado de arroz blanco y probablemente unas tajadas de aguacate con vinagre, sal y aceite, para seguir en el piso de más arriba con un bistec encebollado guarnecido con tostones y ensalada verde.

A veces se llega a un piso donde no se pueden diferenciar los olores porque se juntan todos, y se produce un choque de sazón...

Cuando llegas a donde vas, ya no tienes que comer nada....te llenaste en el trayecto con el buffet de olores.

Los restaurantes “guisan” con los dominicanos

Y cuando no es en la casa, al dominicano le encanta abarrotar los restaurantes, en muchos de los cuales, por tradición,  sirven tanta comida  que da hasta para llevar.

El servicio es tan abundante, que apena dejar todo lo que no te puedes comer y pide que te lo envuelvan "pa' pola".

En los más famosos restaurantes hay que hacer fila en las horas pico.

Excelentes restaurantes de mariscos, donde te encuentras con unas langostas, que si te descuidas pelean espada contigo y te ganan.

Los de carnes premiun, certificadas, al igual que vegetales  y cereales de primera, que cuando se juntan con los detalles y los sazones que ponen los cocineros dominicanos, no hay nada más qué buscar.
Los puestos de chicharrones de superior calidad.

Lo chocante y paradójico, es que algunos dominicanos desarraigados, con costumbres muy viscerales, no se encuentran bueno el arroz Blue Ribbon, Canilla, la carne USDA certificada, los víveres y vegetales libres de pesticidas.

Se las pasan anhelando el arroz dominicano, los plátanos cibaeños, las habichuelas sanjuanera,  los pescados y los chicharrones de esos que en Boca  en Villa  hay que estar en los kioskos espantándoles las moscas con una ramita.

¿Quién nos entiende?

Gente “sin hambre”

El orgullo del dominicano es tener su nevera llena.
Ya les contamos la experiencia, en la casa de un amigo en New York, compartiendo, tomando tragos y socializando con su familia, cuando de repente se acaba el hielo.

Y el anfitrión, en vez de pararse a buscarlo, te dice que vayas, a la nevera y que te sirvas tú mismo, porque eres de la casa.
¿Descortés?...no. Es un ardid, para que te pares, y cuando abras su nevera, veas que él tiene de todo. Que está "full" de comida, de la buena.

Es parte del orgullo y del estilo de vida del dominicano, lo cual  no está mal, si lo comparamos con las neveras vacías, donde no hay ni agua, de las casas de gente de otras nacionalidades.

Y es que el dominicano proviene de una cultura donde se cocina y se le pasa un plato al vecino. Se le da comida al guardian o al conserje que cuida el residencial, y siempre queda algo guardado para quien llegue a último momento.

Diferente a los judios de New York que se sientan a comer y  si tú llegas,  hasta que no terminan no te hacen caso. Claro, es su cultura. 

El dominicano invita, comparte, no importa quien sea... No es "comesolo", aunque así bautizaran a unos amigos, como parte de una caricaturización política.

No en vano las bodegas de los dominicanos venden más que otros negocios. El dominicano llena el carrito de cosas que hasta se le dañan porque no le da tiempo a consumirlas, lo cual representa negocio para el super o la bodega, porque compra "de a mucho".

Diferente al norteamericano, que compra como se ve en la películas, que llegan a la casa cargando una funda con el pan, el jamón, la leche, que van a consumir en un día. !Y dizque andaban de compra!.

¿Compra?. Compra es la del dominicano que pone el carrito "timbí" de todo....

No en vano los italianos  que vendieron sus negocios en el Alto Manhattan cuando comenzaron a llegar los dominicanos, ahora quieren volver, atraidos por la movilidad económica que han creado los bodegueros criollos.

Lo malo es que quieren volver cometiendo el error de sacar a los dominicanos. Se fueron antes, sin ser empujados por los dominicanos, y ahora quieren retornar "empujando", subiéndole el arrendamiento de locales comerciales y apartamentos.

Algo que no entendemos. Quieren volver a sus negocios de bodegas, de comida, tiendas de ropa y otros y servicios atraídos por las grandes venta de la pujante diáspora dominicana, pero sacando a los nuestros de la zona. ¿A quiénes entonces les van a vender?

¿Y entonces?