Nuestra erótica del poder
Por Víctor Bautista
Con frecuencia se intenta circunscribir a una práctica exclusiva de esta democracia tropical la alianza indisoluble entre sexo y poder.
De ahí es que solemos caricaturizar a la función pública con la expresión de que un cargo en el Estado supone como avituallamiento una amante instalada con recursos públicos, pistola, yipeta y tarjeta de crédito, elementos que conforman la plataforma para una erótica del poder.
En verdad no me escandalizo cuando me comentan con frecuencia –en tono de chisme o en base a datos fundamentados- sobre una manada de “chapeadoras” que pululan en instituciones públicas para “ayudar al desempeño eficiente” de nuestra cotidianidad burocrática.
Ellas, compensadas con apartamentos, viajes al exterior, órdenes de compra de suntuosidades, vehículos de lujo y hasta con negocios caprichosos sin clientela, no están presentes en los escenarios oficiales sólo por su capacidad de trepar con ejecuciones avivatas.
Es que las demandan, claman por su presencia y las buscan para crear el marco que desde la prehistoria confiere el sexo al ejercicio del poder. Ya lo decía el arcipreste de Hita: “El hombre por dos cosas trabaja, para mantenerse y para lograr ayuntamiento con hembra placentera”.
Desde los grandes imperios, pasando por las emblemáticas monarquías y los liderazgos más trascendentes, decisiones históricas han tenido su génesis en la alcoba, en la almohada compartida, en las sesiones eróticas de amores conflictivos a hurtadillas y en la sombra. Queda explicada la vigencia del “megadivismo” en la gestión pública.
Por eso no me extrañan las referencias cada vez más frecuentes de altos cargos que, entre una tarea y otra propias del Estado, dan rienda suelta a la concupiscencia y convierten la fornicación en el soporte deleitoso de las “duras responsabilidades” que implica el manejo de la cosa pública.
El problema está en que –por ese encadenamiento perpetuo de erotismo y poder- a veces la capacidad de discernimiento se nubla y, bajo el principio popular de que un bello del pubis hala más que una yunta de bueyes, la sensualidad predomina en la toma de decisiones que afectan a muchos.
La historia está llena de ejemplos.
(El Día)
Excelente artículo del señor bautista, sobre este fenómeno, visto desde su antropología o génesis hasta hoy, y sin duda que la historia está llena de ejemplos de poder y sexo, ya sea heterosexual, homosexual, o bisexual, estos dos últimos con gran presencia en la esfera gubernamental local. Al final todo se resume en oferta y demanda y viceversa, incluso hay más mega divismo del anonimato que el de las chicas tv, que han popularizado el fenómeno. El poder y el sexo es un binomio que continuara perenne en la historia por los siglos de los siglos, amen.
ResponderEliminarEn estados unidos se enteran que un funcionario es infiel y es el fin de su carrera politica.
ResponderEliminarEn republica dominicana un funcionario es un todopoderoso. Ironias de la vida... Afministra los bienes del pueblo y el puebli love como un poder