Joseph Cáceres

La casucha de la vergüenza

Por Orlando Holguin 

Hay quienes podrían pensar que cuando escribimos variados tipos de artículos 

para Merengala lo hacemos por simple inspiración, o sencillamente por llenar 

espacio. En días pasados y mientras se celebraban los Juegos Panamericanos 

Toronto 2015, escribimos un trabajo titulado “¡Carajo, cuánta grandeza 

deportiva!”. (Aquí el link:  http://www.merengala.blogspot.com/2015/07/carajo-

cuanta-grandeza-deportiva-por.html). 

Allí hablamos del significado que tenía el  hecho de que  un  dominicano ganara una medalla (de cualquier metal) en los  grandes eventos deportivos internacionales, en los cuales muchas veces se enfrentaban a deportistas de grandes potencias. Un lector (con todo su derecho) cuestionó sobre a cuáles grandes potencias nos referíamos y parece que se le olvidó que EU y Canadá son dos de los siete países más poderosos del globo terráqueo, pero que además, comparándolo con RD, Brasil es una potencia en casi todos los órdenes y en el ámbito deportivo los son Cuba, Argentina y México. 

En esa entrega decíamos, refiriéndonos a los deportistas de los demás países: 

“Pueblos donde el deportista no vive parte atrás, quizás hacinado y careciendo 

de las necesidades básicas”. Pues bien, aquí está un vivo ejemplo de porqué 

escribimos esa nota y dijimos todo lo expresado. Josué Encarnación, medallista 

de Bronce (en lucha olímpica) en  los pasados Juegos Panamericanos, no vive 

parte atrás, sino en la hermosa mansión de la imagen, que de seguro consta de 

cinco habitaciones, piscina, aire acondicionado central, un freezer repleto de 

buenas carnes,  suculentos mariscos y productos del mar, embutidos 

importados, también un salón con un home theater que le zumba el mango y de 

paso un “Jeepeton” y tal vez otro par de vehículos de lujo, todos estacionados 

en la parte de atrás de este chalet. Sí, señores, Josué vive tan cómodamente o 

más que el ministro de deportes actual (no decimos que él tenga todas esas 

comodidades que hemos mencionado, pues no lo sabemos) y que otros ex 

secretarios que han pasado por esa dependencia. 

Mencionamos también en ese artículo que los presidentes de las otras 

naciones a lo mejor no reciben a las delegaciones antes de partir ni al llegar 

luego de participar en los eventos, y que tampoco le sacan un marcado 

provecho político al apoyo del estado a los deportes, salvo algunas 

excepciones. Ahora bien, debe ser una vergüenza para el presidente y para el 

gobierno de la República que ahora se sepa que Josué vive en  condiciones 

infrahumanas, paupérrimas, azarosas. Sencillamente, ante el mundo esta es la 

casucha de la vergüenza.

Cualquier  miembro prominente del  gobierno tal vez debería sentir temor de salir del país en estos momentos, pues podría ocurrir  que a alguno le preguntaran: ¿Usted es parte del gobierno del país donde muchos deportistas, algunos de ellos medallistas, viven en casuchas que no  son aptas ni para que subsistan las ratas?Al de ver la hermosa mansión de Josué Encarnación, quien mientras luchaba  allá en Toronto hasta obtener medalla, no recordó lo injusta que es esta sociedad y se elevó por encima de la miseria, ahora volvemos a gritar a todo  pulmón y con más ahínco, pero ahora cambiando una palabra: ¡Cuanta vergüenza deportiva, …ño!