miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Suceso de Hoy
Por Orlando Holguín
Corrían los años de la década de 1970 y la pasión por la radio se nos despertaba, ya escuchando radionovelas, ya cuentos infantiles, humor, y por supuesto, lo más deleitante: música. 
Un programa que escuchábamos todos los días era El Informador Policíaco, llamado también “El Suceso de Hoy”. Producido por Manuel Antonio Rodríguez, “Rodriguito” (un exitoso hombre de la radio),  en él se narraban los hechos de sangre y de otra naturaleza que ocurrían en el país,  aquellos de los cuales uno se podía enterar escuchando los noticiarios (Radio Mil Informando, Noti Tiempo y los más famosos noticiarios del Cibao), pero en este caso eran llevados al oyente de una manera diferente y muy original, ya que lo dramatizaban actores y locutores profesionales muy reconocidos. 
Recuerdo que en la mayoría de los trágicos acontecimientos narrados, allí donde la desgraciada muerte estaba presente, las armas utilizadas eran puñales, cuchillos y machetes, no abundaban las pistolas, revólveres y otras armas de fuego. ¿La razón? Portar, tener, robar o hacerse de un arma en la época de Joaquín Balaguer era muy difícil. Por eso, en campos y hasta en las ciudades muchos portaban puñales y afilados machetes. Inclusive, esas armas, mal llamadas blancas,  eran también reguladas por las autoridades de entonces.  
¿Por qué traemos a colación este artículo sobre el recordado espacio de Rodriguito? El éxito del mismo, aparte de la originalidad mencionada más arriba,  se puede atribuir a que las muertes violentas en República Dominicana eran, si se quiere, muy escasas. No nos imaginamos la existencia ni el éxito de una producción de esa naturaleza en estos tiempos donde los hechos trágicos que implican la muerte de personas, en cualquier circunstancia, ya nos sorprende.
Siempre decimos, tal vez exagerando un poco, que el que un ladrón se colara en el patio de una residencia (de cualquier sector) a robar hasta una prenda de vestir, era una especie de noticia de primera plana, contrario a la cruda realidad de hoy en la que pocas cosas nos inmutan. Por ejemplo, hace un par de días el colmado El Punto, ubicado en Don Bosco, fue asaltado. Eran alrededor de las 9 de la mañana. ¿Se imaginan un asalto a un colmado relativamente cerca del Palacio Nacional en la época de Balaguer, en la que no olvidamos los  “jeepecitos” del Ejército Nacional, con 4 soldados encima, dando vueltas alrededor de todas las cuadras adyacentes a la casa del gobierno?  
El Informador Policíaco tal no sobreviviría en nuestros días, igual que tuvo un éxito efímero la desaparecida revista Sucesos, esa que la gente decía que al tocarla el lector se llenaba las manos de sangre, igual que ocurre hoy con los periódico, aunque ya muchos lectores, en estos tiempos tecnológicos que nos arropan, no hojean los diarios, sino que acceden a ellos por medio de las redes. 
Insistimos, las muertes violentas ya no nos sorprenden y a muchos ni los conmueven, algo que debería ser más que preocupante para cualquier sociedad, aun la misma se encuentre en una especie de decadente estado primitivo, tanto, que ya los ciudadanos ni siquiera van más allá del titular de las noticias trágicas para darse cuenta de quién o quiénes podrían ser las víctimas y de cómo ocurrió. Ya no se puede hablar del suceso de hoy, sino de los sucesos de todos los días, en todos los rincones de la isla y en los que las muertes con armas de fuego son el pan lúgubre de cada día. 
Cualquier gallo loco, cualquier delincuente o desquiciado social se hace de un arma de fuego y le enluta la existencia a una o más familias. Asaltos, robos, atracos, tiros y muertes hasta por un roce vehicular. ¡Armas y más armas de fuego! Por supuesto, el negocio está por encima de la vida humana y así vemos   cómo bravucones, gente sin educación, demonios armados y tipos a la expectativa de que alguien hasta le dé una cortada de ojo, para demostrar que el diablo los acompaña, andan con la muerte enganchada en el cinto o al alcance.  

Mientras nos hemos vuelto más violentos, mientras menos respetamos la vida, parecería que las autoridades al respecto dejan escuchar la frase con la que Rodriguito terminaba su escuchado programa: “¡Y la vida no se detiene, prosigue su agitado curso!”

2 comentarios:

  1. Si lo recuerdo bien, pero comenso en los 60 pa la guerra.

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  2. entiendo, antes los sucesos eran un show de radio, y ahora?, la radiorealidad-

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