El arte de desvirgar el día
La veo caminar, contoneándose, desde mi balcón.
Nada sobra en ella, ni nada falta...
Encamina sus pasos a la espera de un camino abierto, que aparenta incierto...
Y yo desde el balcón, compartiendo un montón de miradas que se pierden entre hojas verdes con olor a pan de azúcar.
Terminaré, como siempre, en la tarde de una mañana al salir el sol.
Estaré aquí, aguardando su regreso, en mi madriguera sentimental, sin risas primaverales ni brisas de otoño.
Pero estaré aquí, en el balcón, oteando el paisaje, repitiendo el viejo ritual, mientras el aire se lleva sus tacones lejanos.
Aquí estaré, desvirgando el día, y durmiendo el rojo de su azul sueño.
Después de todo es la mujer que siempre soñe y quise...a distancia y lontananza. ¡Y la tengo!
Quizás, talvez, no mañana.
¡Zorro!.
Me llego boy pa santiago a llevar esa serenata
ResponderEliminarEn Santiago no aceptamos feos chopotillero pensionao.
EliminarZorro, no sabia que eras poeta, eso está profundamente bello, lo felicito, Víctor Vélez Ny
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