Joseph Cáceres

El terrorífico negocio de las armas

Por Daniel Cruz

Entre finales de  septiembre pasado y principio de octubre en curso la Dirección General de Aduanas realizó varios hallazgos de esos que llenarían de espanto a una sociedad que no haya perdido su capacidad de asombro, como, lamentablemente, ha acontecido con la dominicana. En furgones de los que traen las denominadas mudanceras fueron encontradas armas de fuego de diferentes calibres, municiones y otros pertrechos militares.

Aunque esos hallazgos se han convertido en algo recurrente, pues cada cierto  tiempo aforadores y otros funcionarios de aduanas descubren armas de fuego  camufladas con los más inverosímiles procedimientos, los del 29 de septiembre deben de tener a las autoridades muy preocupadas. ¿Qué tiene de particular ese hallazgo?

Ese día fueron descubiertas en el muelle de Haina Oriental dos máquinas para el terrorífico propósito de fabricar municiones para armas de fuego de diferentes calibres.  En la versión que “El Nacional” publicó el día siguiente, el 30 de septiembre, fue más específico. Dijo que esas máquinas “tienen capacidad para fabricar  balas y municiones para armas de guerra y convenciones (sic), incluyendo calibres 16, 22, 38, para pistolas calibres 45, 50, 70 y 80, de acuerdo a los informes de fuentes de inteligencia de la Dirección de Aduanas que participaron en el hallazgo”.

A alguien se le puede ocurrir intentar traer de contrabando dos o hasta tres armas; una para su uso y las otras para venderlas y sacar el dinero que invirtió en la suya y obtener de paso alguna ganancia. Es una acción censurable  porque viola nuestras leyes e inicia, a la vez, una cadena de violaciones que empieza con el porte o la tenencia ilegal, o ambas a  un tiempo, de armas de fuego y culmina en un comercio también ilegal. Ahora, el que se anima a traer una máquina para fabricar municiones de diferentes calibres, no lo hace para consumo propio ni para ganarse un par de pesos. Ese temerario considera que hay un mercado amplio necesitado de municiones, al que  él se propone satisfacer.

Entonces, las preguntas que nos hacemos, tomando en cuenta que en  este caso no se trata de una máquina sino de dos, son las siguientes: De los potenciales emprendedores que haya en el país, ¿cuántos se relacionan con personas que tengan necesidad de comprar municiones para armas? ¿El que puede vender municiones no se animará también a vender armas? ¿Pueden  funcionar dos máquinas en la producción de municiones en cualquier sitio? Y si las municiones no son para la venta, ¿quién o quiénes  tienen necesidad de proveérselas en cantidades industriales, y de tantos calibres diferentes?

Las respuestas a las mencionadas preguntas y a otras que usted, amigo lector y amiga lectora pueda hacerse, indican que a este caso no puede dársele el tratamiento de simple ilícito aduanero. Aquí podría estar en juego la seguridad nacional, vale decir la seguridad de todos, y todos debemos preocuparnos para que no quede en un limbo, como otros.

(La foto con que ilustramos este trabajo fue tomada de “El Nacional”).