Joseph Cáceres

Los Juegos Olímpicos entran en decadencia

Por Johnny Arrendel

La pasión alrededor de los Juegos Olímpicos mengua vertiginosamente, El fervor ya no es lo que era.

En efecto, montar los Juegos Olímpicos puede resultar hasta muy negativo para cualquier ciudad.

Las Olimpiadas son propiamente el evento más caro en que puede embarcarse una urbe, pero la idea ha sido siempre que constituyen un gran impulso para el desarrollo porque atraen inversiones y turismo masivo.

Lo habitual es que los sondeos de opinión que se hacen en ciudades que serán sedes tengan resultados aprobatorios. Coinciden gobiernos nacionales y locales, y los ciudadanos, al entender que la urbe se pondrá de moda y se renovará de arriba abajo.

Pero de acuerdo a lo que pasó en Rio de Janeiro y lo que acontece ahora en Tokio, que será la próxima sede olímpica, esos juegos traen más problemas que soluciones y oportunidades.

Parece que ciertamente, el interés por montar las Olimpiadas decrece. Para las correspondientes a 2020, cuando ganó Tokio, se postularon solo tres ciudades, y las cosas para 2024 y 2024, fueron peor, ya que solo aspiró una ciudad para cada una: París y los Angeles, por tanto, no hubo que votar.

Incluso, algunas ciudades como Hamburgo, Alemania, declinaron su postulación luego de que la propuesta fuera sometida en referéndum a los habitantes quienes rechazaron la idea de presentarse.

Y es que tanto Tokio como París confrontan numerosas dificultades, sobre todo de índole económica por los constantes incrementos en el presupuesto para la construcción de las instalaciones de los Juegos Olímpicos. Incluso, se habla de una eventual quiebra de la capital de Japón. 

El Comité Olímpico Internacional exige que cada vez que sus 105 miembros visitan una ciudad candidata se les asigne un hotel de cuatro o cinco estrellas, desayuno internacional y se les asignen automóviles de lujo. Además, disfrutan fiestas esplendorosas.

Todo eso tiene que cubrirse con fondos de los ayuntamientos. Recordemos que el COI es una organización “sin fines de lucro”, que sin embargo recauda millones de dólares, pero por ser una ONG con sede en Suiza no paga impuestos y sus operaciones no son transparentes.

Muy diferente, por ejemplo, a lo que pasa con la Formula 1 y sus circuitos, que si es una verdadera empresa y el público puede acceder a sus cuentas y conocer del monto de sus ganancias.

El caso es que con ese dineral que se gana el COI pueden darse el lujo de financiar campañas en cada ciudad que se candidatea, de modo de anular posibles oposiciones. Incluso, inducen a los usuarios de redes sociales a colocar los avatares con logos de la propuesta.

Para ello recurren al “Astroturfing”, que es la práctica de enmascarar a los patrocinadores de un mensaje u organización para que parezca que se origina y es apoyado por simpatizantes espontáneos.

Y es que con los cuantiosos fondos de que dispone el COI se crean los “Centros de Estudios Olímpicos”, que funcionan dentro de diversas universidades del mundo con la misión de producir artículos académicos que hagan parecer el montaje de los Juegos como una panacea, una maravilla que cambiara a favor la realidad de la ciudad.

Más aun, además de crear un grandioso coro de apoyo, el cabildeo promovido por el COI se ocupa de silenciar a las voces disidentes para que desalienten a los potenciales patrocinadores.

Ante la caída sostenida de la audiencia televisiva de los juegos, porque el público cada vez más migra a las plataformas digitales  o streaming, el Comité olímpico responde con la idea de permitir que las Olimpiadas se celebren simultáneamente en distintos países.

Pero otros sectores proponen que los Juegos se celebren todos los años en la misma ciudad, o sea, eliminar la rotación de países y así reducir el gasto superfluo.

La mayoría entiende que Los Angeles seria la sede permanente ideal para los Juegos Olímpicos.

Pero una solución de ese tipo no sería buena para los privilegiados miembros del COI, quienes perderían así la oportunidad de ser contactados por los delegados de las ciudades que compiten habitualmente por obtener la sede.