lunes, 23 de julio de 2018

«Amy Winehouse pudo rehabilitarse, pero su padre dijo que no le hacía falta»
Hace tres años, Asif Kapadia estrenó el documental más íntimo y exhaustivo sobre la autodestructiva cantante que revolucionó el soul
No le fue fácil al director que los amigos y familiares de la cantante le dieran todo este material casero, íntimo, inédito y, en muchas ocasiones, desgarrador, que conforma la piedra algular del filme. En algunos casos le llevó más de un año ganarse su confianza y conseguir que hablaran: «La mayor parte del tiempo la pasé conociéndoles, sin cámaras, explicándoles que quería hacer una película honesta o grabándoles únicamente con audio. Fue al final cuando conseguí que me cedieron sus grabaciones». 
Al final se hizo con más de cien entrevistas de ochenta personas cercanas a Amy y un montón de material sorprendente. Todo el que tuvo relación con la artista está en la película o ha cedido vídeos. Especialmente, dos figuras. Por un lado, su exmarido, Blake Fielder-Civil, cuyo nombre llevaba tatuado sobre su pecho izquierdo y que el documental señala como la persona que introdujo a Winehose en la heroína. Las imáganes de ambos absolutamente borrachos, con la cara ensangrantada por sus peleas o fumando crack, son durísimas. 
Y por otro, su padre, Mitch Winehouse («La niña de papá», puede leerse en su hombro izquierdo), el hombre que abandonó a la familia cuando la cantante tenía nueve años y cuya ausencia ella misma reconoce como dolorosa. En el documental, de hecho, se le retrata como uno de los responsables de que su hija no saliera del infierno de las drogas: «La oportunidad perdida para que se rehabilitara fue en 2005. Aun no le seguían los paparazzi, pero su padre dijo que no le hacía falta y ella se echó atrás al ir a ver la clínica», puede escucharse en una de las entrevistas. Algo que ella misma inmortalizóa los 22 años en su exito mundial, «Rehab». «No tengo tiempo de ir, y si papá dice que estoy bien», cantaba.
«Hubo muchas oportunidades en las que se pudieron haber hecho las cosas de otra manera. Pero no sé si hay alguien que pueda decir que hubo para ella una última oportunidad, porque así es la vida real, mucho más complicada», confiesa Kapadia.
Cuando se estrenó en Gran Bretaña a principios de julio de 2015, el documental desató una suerte de psicoanálisis colectivo, un debate sobre la culpa de haber permitido o contemplado con morbo la inmolacción narrada en directo por los medios de una joven vulnerable que no soportó el éxito. «He pensado mucho si a Amy le habría gustado el documental. Al principio mis amigos dijeron que no, pero yo creo que le habría encantado», asegura el director.(FUE)

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