Uno plantea estas realidades, que no solo atañen a ellos, porque en estos tiempos todo ha cambiado.
Una
vez critiqué un programa de cocina, que no salía de recetas de “como
preparar Salmón con salsa Rosmary (con un filete de salmón que un
pedacito vale 700 pesos, que una sola persona se lo come y se queda con
hambre). También “foie gras de Rougié”, y así como estos, otros platos
sofisticados, en un recetario de cocina popular.
Lo
publiqué en mi columna de El Nacional, y le dije que era una ofensa
esas recetas en un programa y canal popular, para una audiencia que no
tenía los recursos para preparar eso en su casa. La productora del
programa se ofendió y me dijo que su espacio estaba dirigido a "las
altas clases sociales".
Y
le respondí que no es verdad que esa gente se sienta a ver un programa
de televisión para que les enseñen eso…que las señoras no cocinan. Que
comoquiera estaba dirigido a los pobres que les cocinan. Además, que
cuando comían eso era en los restaurantes, pero ni siquiera aquí, sino
cuando salen a Paris, a Roma o a Barcelona.
Esa productora de programas de la época de Rahintel de Leonel Almonte se puso enemiga mía…Me retiro la amistad, y la palabra…
En
esos tiempos no había ni siquiera Internet. A ella había que verla
obligado, y se daba el lujo de segmentar a la teleaundiencia.
¿Y
ahora? La trascendencia de los programas de cocina son parte del show,
como es el caso del “reality show” MasterChef, que no es enseñando a
cocinar, sino una competencia…De temporada, que conste…No saecula
saeculorum
el gurú de las obviedades.
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